Limón & vinagre

Rosalía: una niña, una moto y la visceralidad

Rosalía declara su amor por Alejandro y recupera su “fe en la masculinidad”, porque este chico resulta que “no teme amar ni ser amado”

Rauw Alejandro y Rosalía en el Twitch de Ibai Llanos

Rauw Alejandro y Rosalía en el Twitch de Ibai Llanos

Josep Maria Fonalleras

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Quizá el secreto de Rosalía, de su potencia artística y de la capacidad de afrontar retos cada vez más arriesgados, debamos ir a buscarlo en su infancia, cuando iba con una Beta Junior de trial por los bosques de los alrededores de Montserrat. O cuando sus padres se la llevaban a las concentraciones comarcales de fanáticos de las Harley Davidson. Hay testimonios gráficos que lo corroboran y ella misma reconoce que el trial o el enduro, más exigente, forman parte de su educación sentimental y de la forma que tiene de entender la vida y la música. Las cosas que merecen la pena, según Rosalía, son aquellas que te dan un poco de miedo al principio, las que te llevan al borde del abismo, como esas excursiones motorizadas de pequeña.

Quizás ahora se entiende mejor el fenómeno 'Motomami' y todo lo que ha venido después, en un año de locura en el que hemos sabido que el reguetón ya formaba parte de la Rosalía que conocíamos desde los inicios, la que presentaba 'Los Ángeles' como un disco flamenco sobre la muerte y 'El mal querer' como la reconstrucción contemporánea de una novela medieval occitana, un trabajo de fin de curso de la ESMUC.

Hablando de 'Los Ángeles', recuerdo la vez que actuó cerca de casa, en una pequeña sala de cámara para 336 personas. En esas mismas fechas, en 2017, Sopa de Cabra congregaba a 3.600 en un pabellón. La propaganda del concierto decía que se mezclaban "tradición y experimentación, el flamenco de Manolo Caracol y el minimalismo estadounidense, puro folclore ruidoso sin electricidad". Las crónicas del momento insistían en la depuración de la forma: “Lorquiana y minimalista”, decían, “se perfila como una voz del flamenco contemporáneo; es de una visceralidad contenida”. O más: “Suena fresca, innovadora y moderna, sí, pero sin perder de vista la tradición, la esencia ni la historia del canto popular”.

La contención de la visceralidad explotó por el camino, en estos cinco años escasos de 'boom' internacional. Antes, pudimos ver interpretaciones sutilísimas como aquella 'Catalina' cantada a capella o como la emocionante y pausada 'Me quedo contigo' de Los Chunguitos, que nos estremeció en la gala de los Goya de 2019, acompañada por los coros del Orfeó Català. O como su participación en el Festival Internacional de Música de Cadaqués o la actuación en el homenaje a Salvador Espriu en el Palau de la Música.

Pero el reguetón también estaba allí. Ya estaba ahí. Quizás aún no había emergido y se restringía al recuerdo de las salidas adolescentes por las discotecas del Baix Llobregat, pero estaba allí. Lo que ella misma llama "reguetón clásico", como el de Daddy Yankee, Don Omar o aquel 'Papi chulo, te traigo el Mmm' de Lorna. Rosalia Vila Tobella se hizo mayor mientras bailaba este ritmo y después lo colocó a la altura del flamenco o del jazz, por ejemplo, "porque todo es música, y yo no hago distinciones". Esa pulsión de la moto y del miedo a ir demasiado de prisa, y la necesidad de superarla y de correr, visceralmente, sin contención.

Cambiemos un momento de registro. Ante el féretro de Pier Paolo Pasolini, Alberto Moravia dijo que había muerto un poeta y que, poetas, no hay tantos: “solo nacen tres o cuatro cada siglo”. Ante una actuación de Rosalía, el cantante colombiano Juanes declaró: "Es como Edith Piaf o Carlos Gardel: solo sale alguien así cada 50". La niña de Sant Esteve Sesrovires que se ha hartado de ganar Grammys (los tiene en casa de su madre, "12 o 13", dice; no los ha contado), ahora comparte disco con su pareja, el músico de Puerto Rico Raüw Alejandro. Llevan tres años viviendo juntos (o, para ser más precisos, comparten pasión en la distancia planetaria: “siempre encontramos la manera de coincidir”) y justo ahora se han decidido a cantar tres canciones ('Beso', 'Vampiros' y 'Promesa') que son “las fases del amor” y entre las que parece haber un bolero, que es el lugar exacto donde se dicen las verdades.

Esta madrugada las habremos podido escuchar y seguro que serán un exitazo internacional. Mientras, Rosalía declara su amor por Alejandro y recupera su “fe en la masculinidad”, porque este chico resulta que “no teme amar ni ser amado”. Los demás eran “emotionally unavailable”, es decir, emocionalmente insatisfactorios. La Rosalía de ahora, que cree en el matrimonio y quiere tener muchos hijos, dice a la niña de la Beta Junior que no tenga límites, que “todo irá bien: deja que todo fluya, sin miedo”.

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