El fondo 'fake' del 'Catalangate'
Citizen Lab se prestó a ser instrumentalizado políticamente para abrir un llamativo caso de espionaje en Europa
Joaquim Coll
Historiador
La estrambótica moción de censura de Vox no solo ha beneficiado a Pedro Sánchez, que ha podido coger carrerilla a dos meses de las elecciones de mayo, sino que nos ha ahorrado el lloriqueo de los independentistas con el asunto del 'Catalangate'. Los eurodiputados que investigan el uso del programa espía Pegasus en su visita España no han podido reunirse con ningún ministro, lo cual tampoco hubiera servido de mucho porque el asunto está judicializado y, en cuanto a la actividad del CNI, ya se ofrecieron muchas explicaciones en la comisión de secretos oficiales, con la asistencia a la misma de ERC. La inteligencia española reconoció haber escuchado con autorización judicial a una quincena de líderes separatistas, entre ellos Pere Aragonès cuando todavía no era 'president', ante las amenazas que se escuchaban en 2018 de "volverlo a hacer" y con motivo de los incidentes violentos en 2019 tras la sentencia del 'procés'. Nada que no hubiera hecho ningún otro Estado democrático, y seguramente bastante menos de lo que harían Francia o Alemania en defensa del orden constitucional.
El problema del 'Catalangate' es su fondo de mentira. El informe del laboratorio Citizen Lab de la Universidad de Toronto, que es la base de la denuncia de una supuesta guerra sucia de espionaje masivo del Estado español contra el secesionismo, no se sostiene por ningún sitio. El investigador José Javier Olivas ha demostrado en un documentado trabajo presentado en el Parlamento Europeo sus graves problemas metodológicos, la opacidad de la información y las sospechas de intereses económicos. Dicho en plata, Citizen Lab se prestó a ser instrumentalizado políticamente para abrir un llamativo caso de espionaje en Europa y aprovecharse así de una parte de los 10 millones de dólares que Apple destina a estudiar el uso ilegal del programa malicioso Pegasus. El informe 'Catalangate' es un churro que solo el prestigio del laboratorio canadiense ha permitido camuflar ante la actitud acrítica de los medios. En materia de seguridad, Citizen Lab debería mirar a Rusia e investigar los contactos de Waterloo con Putin.
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