Artículo de Miqui Otero

El fin del ‘Yo amo a NY’

Esperemos que aquí no se nos ocurran cosas similares, como relanzar aquel lema preolímpico de ‘Barcelona posa’t guapa’

El rascacielos Flatiron de Nueva York sale a subasta por disputa entre dueños

El rascacielos Flatiron de Nueva York sale a subasta por disputa entre dueños / Sarah Yáñez-Richards / EFE

Miqui Otero

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Hay que ser muy optimista (o estar muy necesitado) para llevar un eslogan institucional en una camiseta. Es poco habitual, porque en realidad las instituciones tienen que vender una ciudad y los vecinos tienen que pagarse la comida, unos elevan un relato triunfal y los otros viven pequeños relatos amnesiados.

Y, sin embargo, a veces sucede. Si aceptamos (y es mucho aceptar) que una ciudad es una marca, entonces Nueva York es Microsoft o Apple. Si de lo que hablamos es de su logo, el suyo es casi tan famoso como el de Nike o el de Coca-Cola. Habrán visto el logotipo de ‘I love’ (insertar en lugar de la palabra, el corazón rojo) ‘NY’ en capítulos de ‘Friends’, en camisetas de cantantes famosos, en tazas de café de aeropuerto o en su propio armario, hayan viajado o no allí. Es probablemente el mayor éxito de una campaña levantada por las instituciones de una ciudad o Estado, pero desde hace unas horas han decidido cambiarla.

El ‘I’ (corazón) ‘NY’ surge del peor momento de la ciudad. A principios de los 70, en el Bronx se contaban hasta 30.000 incendios (asediada por la especulación inmobiliaria, mucha gente incluso quemaba sus edificios para poder cobrar algún seguro) y unos 10.000 chavales andaban metidos en bandas juveniles violentas (o se era un héroe o se caía en la heroína). La ciudad ardía, literalmente, y no había tocado techo: en 1976 se dio el récord de crímenes con algún tipo de violencia (658.147). Obviamente, en ese entorno nacerían el punk o triunfaría el hip hop y, al cabo de poco tiempo, se empezaría a sellar la imagen neoyorquina en películas. Pero, en ese momento, hasta el presidente de EEUU quería negar las ayudas a la ciudad y sus policías repartían octavillas en el aeropuerto avisando de la inseguridad.

Es ahí cuando se lanza la campaña que acabaría con un diseñador (autor, por ejemplo, de la portada de un grandes éxitos de Dylan 10 años antes) garabateando en un taxi ese mensaje sencillísimo: yo + corazón rojo plano + las iniciales de la ciudad en tipografía American Typewriter. Dice el relato oficial que aquello fue una inyección de energía y que en poco tiempo, por arte de diseño gráfico, la ciudad era otra, más luminosa y menos deprimida.

Esta semana se ha sabido que las instituciones, y muchos colectivos de la ciudad, han lanzado una nueva campaña para relanzar una Nueva York achacosa por los daños causados por la pandemia. El primer problema es ese, exagerar la comparación entre las dos épocas. Cambian el ‘yo’ por el ‘nosotros’ y el corazón plano por uno con relieve sacado de los emojis y el ‘NY’ por un ‘NYC’ en tipografía Helvética, la de los anuncios del metro. El cambio del ‘yo’ por el ‘nosotros’ es curioso, porque los responsables defienden que ese ‘nosotros’ pretende eliminar la brecha entre “empresarios y trabajadores, pobres y ricos”.

Hay que ser muy optimista (o estar muy necesitado) para pensar que el capitalismo se puede corregir o reinventar con una tipografía Helvética o con un emoji, aunque algunos a veces parece que lo creen.

Esperemos que aquí, aunque determinada gente últimamente agita una imagen muy ceniza y apocalíptica de la ciudad, no se nos ocurran cosas similares, como relanzar aquel lema preolímpico, que siempre me sonó algo machistorro o impositivo, ‘Barcelona posa’t guapa’ (por ‘Barcelona, pose’m-nos pibonazos’), que da a entender que el problema de una ciudad es que sea más aseada o bonita, y no más justa. A las ciudades, como a las personas, se las quiere también con sus defectos: “Tal com ets, tal te vull, ciutat mala”, escribió Maragall (no el alcalde, ni su hermano, sino el poeta).

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