Y Mujica recibió a Aragonès
Al expresidente uruguayo le cayó muy bien aquel niño venido de tan lejos, incluso lo invitó a compartir su comida, una olla de arroz y frijoles

Pere Aragonés, Meritxell Serret y José Pepe Mujica. / Gastón Britos / EFE


Albert Soler
Albert SolerPeriodista
El niño que preside el Governet se fue a hacer las Américas. No sé cómo se lo montan ahora en los aviones con los menores que viajan solos; si no han cambiado el protocolo lo sentarían en primera fila, con un rótulo identificativo colgado del cuello y la azafata acompañándolo al lavabo cuando tenía pipí, que son muchas horas de vuelo. No es raro que nadie lo recibiera en parte alguna, la gente mayor está siempre atareada cuando de atender a niños se trata; se buscan cualquier pretexto, una reunión de última hora, una visita al médico, lo que sea. En alguna de las citas americanas que nunca fueron, Pere Aragonès debió de terminar sentado junto a una secretaria, que le dio un bolígrafo y una hoja en blanco para que dibujara: ten, guapo, y no molestes.
La excepción fue Pepe Mujica, expresidente de Uruguay; es que a los viejos les gusta el contacto con los niños, traen alegría a la casa. Y eso que localizarlo no fue fácil, tuvo que preguntar.
-Buen hombre, estoy buscando la casa del señor Mujica. Tenga, por las molestias, un euro para que coma hoy caliente, pero no se lo gaste en vino - le dijo Aragonès al menesteroso de alpargatas, pantalón corto y camisa barata.
-Errr… soy Pepe Mujica. ¿Qué se te ofrece, chaval?
Y fue así que Aragonès, 153.235 euros anuales, dietas aparte, pudo explicarle a Mujica -que cuando era presidente vivía con 1.500 dólares mensuales, puesto que donaba el resto- que se siente muy oprimido, que España es un estado fascista que tiene a los catalanes esclavizados, que si no fuéramos españoles sí que viviríamos bien y no como ahora, y que cuando deje de ser presidente cobrará un sueldo vitalicio de unos 122.000 euros. Mujica iba asintiendo con la cabeza, convencido que todo eran fantasías del chico; los peques tienen mucha imaginación, igual ahora me cuenta que de mayor quiere ser astronauta.
-Y ese lacito amarillo que llevas en el pecho, majete?
-Esto es para recordarme a mí mismo que vivo muy mal. Es que tengo mala memoria y a veces lo olvido, ¿sabe, señor?
Al señor Mujica le cayó muy bien aquel niño venido de tan lejos, incluso lo invitó a compartir su comida, una olla de arroz y frijoles, pero Aragonès se excusó, tenía mesa reservada en El Tío Bistró, el mejor restaurante de Montevideo.
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