Artículo de Jorge Dezcallar

Riad y Teherán con Tel Aviv al fondo

Irán se acerca a China y a Rusia, mientras pierde muchas de las pocas simpatías que le quedaban en Occidente que, poco a poco, ve con más comprensión la agresiva política de Israel

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / Leonard Beard

Jorge Dezcallar

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Estos días se ha sabido que Irán y su archienemigo árabe, Arabia Saudí, han decidido restablecer las relaciones diplomáticas que rompieron hace ocho años cuando los saudís ejecutaron a un alto clérigo chií y la indignación en la República Islámica hizo que las turbas asaltaran la embajada del reino en Teherán. Culminaba así el enfrentamiento que ambos países, líderes de los sunís y de los chiís, mantienen por la primacía del mundo musulmán y esa ruptura fue acogida con satisfacción por EEUU e Israel, enemigos acérrimos de Irán.

La celestina del actual acercamiento ha sido China, que compra petróleo a ambos países y que se apunta así un tanto a la altura de sus responsabilidades como la potencia hegemónica que quiere ser, además de afirmar su presencia política en Oriente Próximo donde hasta ahora solo había sido un cliente importante. Lo ocurrido ha pillado a los americanos con el pie cambiado, no se lo esperaban y tratan de quitarle importancia a un hecho que pone una vez más de relieve su decreciente influencia en una región donde China enseña ahora la oreja. Los saudís confirman así el alejamiento de Washington acelerado tras las condenas por la muerte de Jamal Khashoggi. Muchos países no quieren alinearse en el mundo bipolar que se nos viene encima.

La noticia será positiva si nos acerca al fin de la guerra del Yemen, en la que Arabia Saudí interviene abiertamente con alto coste de 'víctimas colaterales', e Irán lo hace de tapadillo apoyando a sus rivales hutís. Con seguridad han hablado de ese asunto durante las negociaciones para la próxima reapertura de embajadas. Bienvenido sea el acuerdo si gracias a él se consigue poner fin a un conflicto que ha provocado una terrible crisis humanitaria en uno de los países más pobres del mundo.

El entendimiento entre los dos archienemigos debe de haber puesto de los nervios a Israel

El entendimiento entre Riad y Teherán debe de haber puesto de los nervios a Israel, que gracias a los Acuerdos de Abraham ha roto su aislamiento estableciendo relaciones diplomáticas con algunos países árabes y que tenía como objetivo engatusar ahora a Arabia Saudí, unidos ambos frente a la común amenaza que representaba la República Islámica de Irán. El mayor escollo a ese acercamiento, que ahora se aleja, estaba ahora en el Gobierno de extrema derecha, nacionalista y ultrarreligioso que preside Netanyahu, que ha empeorado la relación con los palestinos, algo a lo que la opinión pública de los países árabes es muy sensible.

Israel tiene motivos muy justificados para temer a Irán, que está empeñado en borrarle de la faz de la Tierra y de hecho ambos mantienen desde hace años una implacable 'guerra en la sombra'. Israel ataca un día sí y otro también bases iranís en Siria, a sus aliados de Hezbolá en Líbano, y lleva a cabo espectaculares operaciones contra su política nuclear (virus Stuxnet) o atentados contra la vida de sus más reputados científicos. Solo desde principios de año cabe contar un bombardeo israelí sobre milicias iranís que cerró el aeropuerto de Damasco, otro ataque con drones contra instalaciones militares en Isfahán, en el corazón de Irán, y hace pocos días disparó un misil contra una reunión de oficiales iranís, también en Damasco. Irán, por su parte, ha atacado hace poco con drones un petrolero de propiedad israelí en el golfo Pérsico.

Las espadas siempre han estado en alto pero ahora la situación cambia por el giro saudí y por otras razones que tienen que ver con la política iraní, como son los disturbios tras la muerte de Mahsa Amini y la durísima represión posterior; el fracaso, tras 18 meses, de los intentos para revivir el acuerdo nuclear que Trump boicoteó; la reanudación del enriquecimiento de uranio por Irán, muy por encima de los topes permitidos y fuera del control de la ONU; sus constantes injerencias en Siria e Irak; la fabricación de misiles cada vez de mayor alcance, y la venta de drones a Rusia para su uso en la guerra de Ucrania.

Como consecuencia de todo lo anterior, Irán se acerca a China y a Rusia, con los que estos mismos días hace maniobras navales en el Índico, mientras pierde muchas de las pocas simpatías que le quedaban en Occidente que, poco a poco, ve con más comprensión la agresiva política de Israel. El problema es hasta dónde nos puede llevar. Es un asunto a seguir muy de cerca.

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