Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

El ¿inexistente? giro de España en el Sáhara

Con la apuesta por Rabat lo que se busca es no solo sumarse a lo que ya hicieron Washington, París y Berlín, sino contar con una baza que permita extraer compensaciones marroquís en otros asuntos

Archivo - Asistentes con una bandera en una manifestación contra la violación de derechos en el Sáhara Occidental, a 13 de noviembre de 2021, en Madrid, (España).

Archivo - Asistentes con una bandera en una manifestación contra la violación de derechos en el Sáhara Occidental, a 13 de noviembre de 2021, en Madrid, (España). / CARLOS LUJÁN / EP

Jesús A. Núñez Villaverde

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Giro, volantazo, vergüenza, traición… Son muchas las palabras usadas para definir lo que la opinión pública española expresó hace ahora un año, cuando el palacio marroquí decidió publicar parcialmente el contenido de la carta del presidente de Gobierno español al monarca alauí alineándose nítidamente con la tesis soberanista de Rabat sobre el Sáhara Occidental. Y, para colmo, el propio Gobierno español lleva un año sosteniendo que no hay tal giro, sino que la declaración conjunta adoptada por ambos países el pasado 7 de abril vuelve a dejar claro que España sigue defendiendo una solución al conflicto pactada entre las partes en el marco de las resoluciones de la ONU.

Visto en perspectiva, lo primero que cabe señalar es que la publicación sorpresiva de la misiva resulta improcedente, al dejar al Gobierno español desairado ante su propia opinión pública. A eso se une que todavía hoy desconocemos su contenido íntegro, mientras se ha ido instalando un malestar generalizado no solo entre la densa red de asociaciones de amigos del pueblo saharaui, sino también entre los dirigentes del Frente Polisario, que hablan de “segunda traición”. Más allá de las diversas declaraciones y emociones desatadas por esta nueva fase del proceso, una mirada realista a la decisión española permite establecer que:

-El sesgo promarroquí de España ya era evidente desde hace años. La carta tan solo oficializa una posición que parte del convencimiento de que la supuesta neutralidad previa no rendía ya ningún beneficio ante un vecino que ha convertido en punto central de su agenda la integración territorial de lo que denomina “provincias del Sur”. Con la apuesta por Rabat lo que se busca es no solo sumarse a lo que ya hicieron Washington, París y Berlín, sino contar con una baza que permita extraer compensaciones marroquís en otros asuntos (colaboración en lucha antiterrorista, emigración irregular, narcotráfico, desactivación de contenciosos territoriales…).

-Los saharauis vuelven a convertirse en los perdedores netos de lo ocurrido. Hace ya tiempo que, para la agenda gubernamental española, han quedado convertidos en apenas un asunto humanitario a la baja, de tal manera que no cabe imaginar que en ninguna circunstancia nadie (y eso incluye a Argelia) se la vaya a jugar por defenderlos hasta las últimas consecuencias.

-Por el camino ha estallado una crisis indeseable con Argelia. No se trata únicamente de que Argel sea ahora más permisivo con la salida de irregulares hacia Baleares o de que se produzcan pérdidas para las empresas que antes comerciaban con las argelinas (estimadas en más de 2.000 millones de euros), sino de que ponemos en riesgo nuestra seguridad energética al irritar de ese modo a quien era nuestro principal suministrador gasístico. De momento, el precio ha subido y vemos como Italia aprovecha la ocasión para sacar tajada en clave puramente nacionalista.

-Por último, Marruecos se siente más fuerte. Siempre se podrá argumentar que un año es poco tiempo para resolver problemas que arrastran décadas, pero inevitablemente sabe a muy poco lo logrado (apenas una reducción de las entradas irregulares en territorio español y la reapertura de la aduana en Melilla). Hasta donde sabemos, Rabat no ha tenido que renunciar a ninguna de sus reivindicaciones territoriales ni ha dado garantías adicionales de que no volverá a crispar la relación cuando lo considere oportuno.

En definitiva, un acto de fe en quien en demasiadas ocasiones ha defraudado nuestras expectativas.

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