En defensa de don Ramón
A Tamames le duele ver que se gobierna España con el apoyo de partidos separatistas cuyo objetivo es liquidarla, y tiene razón
Joaquim Coll
Historiador
Lo diré sin complejo, escuchar a Tamames (“a don Ramón”, como dirían en Madrid) va a ser distraído e interesante, incluso desde la discrepancia con el argumento que motiva la moción de censura que él encabeza contra Pedro Sánchez. La iniciativa está destinada a fracasar, pero no por eso se la puede calificar como surrealista o ilegítima. Llevamos semanas escuchando a Tamames en entrevistas y no ha dejado de sorprendernos, positivamente, porque es un hombre educado, culto y que no dice tonterías. Tampoco “chochea”, como algunos afirmaron maliciosamente, faltando al respeto con ese calificativo a las personas mayores. Su objetivo no es gobernar España, tarea para la que ya no tiene fuerzas, sino convocar elecciones generales coincidiendo con las municipales y autonómicas de mayo. Acostumbrados a las bochornosas sesiones de control al Gobierno, a la demagogia y a la descalificación personal, el discurso y el tono de don Ramón, cuya ideología nada o muy poco tiene que ver con Vox, va a parecer procedente de otra galaxia, de otra época, de un tiempo pasado del parlamentarismo español, que en este caso sí fue mejor.
A Tamames le duele España, le duele ver que se gobierna con el apoyo de partidos separatistas cuyo objetivo es liquidarla. Y tiene razón. Pero olvida que los peores enemigos de España son los que dicen ser los más patriotas, los más constitucionalistas, pero que han negado sistemáticamente a Sánchez el pan y la sal, incluso en medio de la pandemia. Olvida que el presidente del Gobierno, que culturalmente es un españolazo, fue a segundas elecciones anticipadas en 2019 porque no quería gobernar con Podemos ni depender de ERC y Bildu. Pero fracasó en las urnas. El antisanchismo de la derecha, la aversión patológica hacia su figura evitó el trasvase de votos de los que dejaron de apoyar a Cs, que entonces lideraba el suicida Albert Rivera. El PP, que no tenía mayoría alternativa, se negó a facilitarle la investidura. Y de ahí nace el problema. La moción de censura tendría que ser contra el cainismo español. Ahí sí que podría hilar fino el sabio de don Ramón.
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