Artículo de Ernest Folch

El ‘porn-hub’ de la guerra

La guerra no solo se ha llevado vidas sino que se ha cargado nuestra capacidad crítica

Militares ucranianos reciben formación sobre tanques Leopard en Zaragoza

Militares ucranianos reciben formación sobre tanques Leopard en Zaragoza / JAVIER CEBOLLADA/EFE

Ernest Folch

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Un año y un mes después de que Rusia invadiera Ucrania hemos interiorizado la guerra como algo necesario e inevitable: no nos llama la atención por la terrorífica razón de que ya forma parte de nuestro paisaje. Zelenski es ya una sección fija de todos los telediarios, con sus dos o tres minutos garantizados con el presidente de gobierno de turno. El desfile de mandatarios mundiales en Kiev se ha transformado en una especie de postureo político mundial, incluido Joe Biden, que siempre nos recuerda desde las escaleritas de su Air Force One que sigamos firmes en una guerra que a EEUU le queda a más de 7.000 kilómetros de distancia. Toda esta obsesión militar se ha construido con una muleta informativa inédita en nuestro mundo: una exaltación bélica sin precedentes.

La exhibición diaria de tanques de todo tipo, misiles, cazas o lanzagranadas desde el frente, en infografías generosas a todas horas, por detrás o por delante de los enviados especiales, se ha vuelto la regla en todas las informaciones. Los nombres de la siniestra maquinaria de guerra, como los tanques Leopard, los lanzamisiles Javelin o los antiaéreos Stinger han pasado a formar parte de nuestro vocabulario diario y la vida del Ejército ucraniano se nos explica con todo el detalle de su simbología militar y, por supuesto, destructiva. La premisa cierta e indiscutible de que Ucrania ha sido el país agredido se ha convertido en la excusa perfecta para anular cualquier crítica o cualquier disidencia del discurso oficial que nos quiere hacer creer no solo que la guerra es justa, sino que además no tiene alternativa posible. Cualquier pacifista es rápidamente acusado de estar a favor de Putin, olvidando que hasta el estallido de la guerra en España el único grupo político que apoyaba a Rusia abiertamente era Vox, el partido de ultraderecha menos fiscalizado de Occidente. Porque lo cierto es que muchos de los grandes medios han reservado un espacio para el ‘porn-hub’ bélico en el que, en horario infantil, se enseña el momento exacto en el que se dispara un misil o, peor aún, en la que unos seres humanos aparecen vagamente difuminados bajo una diana a punto de ser aniquilados.

Así como el 'porn-hub' ha servido para normalizar la violencia sexual, las imágenes diarias de la guerra han servido para normalizar la muerte y algunas televisiones la han transformado en un vídeojuego de buenos y malos en el que solo se habla de las causas (la invasión de Rusia) pero no de sus efectos (los miles de muertos de uno y otro bando). De esta banalización del mal se beneficia por supuesto la industria armamentística, blanqueada en nuestros medios, que ha conseguido los mayores beneficios de su historia. La consecuencia es que las soluciones pacíficas, como la negociación política, no solo no se contemplan sino que son ridiculizadas. La guerra no solo se ha llevado vidas sino que se ha cargado nuestra capacidad crítica. Ya solo nos queda el horror, y el asco, de la masturbación balística en cada telediario.

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