Artículo de Ignacio Álvarez-Ossorio

El gran juego de Argelia en el Mediterráneo

Todo parece indicar que el país magrebí ha dado definitivamente la espalda a España y ha optado por desarrollar una relación privilegiada con Italia, lo que es una pésima noticia

ECONOMIA SONATRACH ARGELIA Unité de traitement de gaz, Groupement GTIM , Timimoune.

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Ignacio Álvarez-Ossorio

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Las relaciones entre España y Argelia parecen no haber tocado fondo. Desde que el Gobierno de Pedro Sánchez abandonase su tradicional neutralidad sobre la cuestión saharaui y se posicionase a favor de las tesis marroquís ahora hace un año, las tensiones entre Madrid y Argel se han agravado tanto que han llegado a un punto de no retorno. Hoy por hoy, todo parece indicar que Argelia ha dado definitivamente la espalda a España y ha optado por desarrollar una relación privilegiada con Italia, lo que es una pésima noticia para nuestro país.

El peso específico de Argelia en la región mediterránea ha aumentado de manera significativa como consecuencia de la invasión rusa de Ucrania y la crisis energética que provocó. El país magrebí es el séptimo exportador de gas a nivel mundial y Europa es, desde hace décadas, su principal cliente. Debido a su proximidad geográfica, España ha importado tradicionalmente buena parte del gas que consumía de dicho país a través de dos gasoductos: el Medgaz y el Magreb Europa, que atravesaba el territorio marroquí hasta que fue cerrado como consecuencia de la crisis con Marruecos en 2021. Debido a todos estos contratiempos, Estados Unidos se convirtió, durante el pasado año, en nuestro principal proveedor de gas. Una situación del todo kafkiana. 

Como se suele decir, la venganza es un plato que se sirve frío y, tras deshojar la margarita, Argelia parece haber optado por estrechar sus relaciones con Italia, país que aspira a convertirse en un punto neurálgico entre el Magreb y Europa y que, además, cuenta con mejores interconexiones que España para poder distribuir el gas argelino al resto del continente. Recientemente, la primera ministra Giorgia Meloni y el presidente Abdelamadjid Tebboune han sellado un acuerdo para construir un nuevo gasoducto que unirá la costa argelina y la isla de Cerdeña, que reforzará al Transmed ya existente y que permitirá multiplicar no solo las exportaciones de gas, sino también de energías renovables. El objetivo sería reducir la dependencia energética italiana de Rusia, país del que antes de la guerra importaba el 40% del gas que consumía.

No es este el único desplante que ha sufrido el presidente Sánchez en los últimos meses, ya que previamente el francés Emmanuel Macron también torpedeó su tentativa de resucitar el proyecto del gasoducto MidCat entre la región del Midi y Catalunya, lo que hubiera colocado a España en una situación ventajosa para distribuir el gas magrebí en el continente europeo. Este intento fracasó ante la frontal oposición del mandatario francés, que consideraba la obra desproporcionada y demasiado costosa. De ahí que el presidente Sánchez se aferre ahora, como un náufrago a una tabla de madera, a la idea, como él mismo señalara en la cumbre hispano-lusa celebrada el pasado mes de noviembre, de “convertir a la península ibérica en el mayor proveedor de hidrógeno verde, que será la energía del futuro”.

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