Artículo de Albert Soler

Un 'meublé' en Waterloo

El Vivales ha pasado de ser un simple presidente legítimo en el exilio a ser una madama legítima

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / Leonard Beard

Albert Soler

Albert Soler

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 La historia ha llegado a mis oídos desde tres fuentes distintas, cosa que la hace verosímil. Una prestigiosa lacista -pareja a su vez de otro eminente lacista-, quiso cumplir con el sagrado precepto de visitar por lo menos una vez en la vida al Vivales en la Casa de la Republiqueta, como el que va a la Meca aunque sin necesidad de dar siete vueltas al palacete. Como es costumbre entre los lacistas de pro, fue invitada a quedarse a dormir, pero la ilustre dama coincidió con otro lacista que también pernoctaba allí, y tuvo a bien compartir lecho con él. Según se cuenta, todos los inquilinos que aquella noche se alojaban en la Casa de la Republiqueta supieron de la fogosidad de la huésped recién llegada, tales eran los gritos que se oían por toda la mansión. E incluso por todo el vecindario, aunque por fortuna los vecinos del lugar están acostumbrados a las recreaciones de la batalla de Waterloo, y pensarían que se trataba de los relinchos de los caballos napoleónicos al ser destripados por la artillería del duque de Wellington. Como siempre sucede, el relato de los hechos acabó llegando hasta el ultrajado y la pareja se rompió, se conoce que el hombre no se creyó la versión equina con la que algunos quisieron consolarle, y eso que siendo lacista tiene que ser de natural confiado y fácil de engañar. No es raro que el Vivales esté cada día más envejecido y demacrado, a ver quién es el guapo que pega ojo con los alaridos y gemidos que resuenan en los pasillos hasta el amanecer

La crónica de la cornamenta no tiene más interés, y además no pienso revelar el nombre de la señora pillada en flagrante coyunda, ya dijo alguien que un caballero no tiene memoria y una dama no tiene pasado, así que pelillos a la mar. Aquí lo que importa es que el Vivales ha hallado por fin la forma de que vuelvan las visitas a la Casa de la Republiqueta, que últimamente estaban de capa caída, y encima ganarse unos euros, que las cajas de resistencia empezaban a tener telarañas. Para los fieles de JuntsxFornicio (o como se llamen hoy), ir a Waterloo para escuchar las mismas burradas de siempre ya no tenía encanto, en cambio, ir con la pareja ilegítima para pasar allí una noche de pasión loca, es otra cosa. El alquiler de habitaciones por horas ha sido siempre un negocio boyante, en la misma Barcelona existió durante mucho tiempo La Casita Blanca, donde los amantes podían dar rienda suelta a sus ardores en total intimidad y con discreción. En el caso de Waterloo podría llamarse La Casita Amarilla, así además de evitar plagiar el nombre, será un reconocimiento hacia los presos y exiliados que la impulsaron.

Por supuesto, tendrá que acentuarse la salubridad de las habitaciones. No quiero insinuar con ello que el senador Matamala haya descuidado sus funciones de fámula, pero a partir de ahora deberá cambiar las sábanas de cada habitación así que una pareja la haya abandonado, eso es clave, si uno va a un 'meublé' de lujo en Waterloo, no quiere encontrar manchas en la colcha ni pelos en el bidet. La presencia de Toni Comín, casi olvidada, cobrará de nuevo importancia, en los lupanares nunca está de más un pianista. No puede faltar tampoco un circuito cerrado de cine para adultos, muy útil para entrar en materia

Con el cambio en el modelo de negocio, el Vivales ha pasado de ser un simple presidente legítimo en el exilio, a ser la madama legítima en el 'meublé', con la consiguiente mejora en su prestigio que ello supone.

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