Ágora

La desigualdad está obesa

La obesidad es más frecuente en sociedades más desiguales: es más prevalente en países de renta media y baja, en áreas empobrecidas, en grupos con menor nivel educativo, en mujeres y en minorías étnicas

Tener obesidad duplica el riesgo de padecer insuficiencia cardiaca

Tener obesidad duplica el riesgo de padecer insuficiencia cardiaca / El Periódico

Natalia Tumas y Joan Benach

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El 4 de marzo se celebra el Día Mundial de la Obesidad, una de las principales crisis y flagelos de salud pública a nivel global. La obesidad es una problemática persistente que en las últimas décadas adquirió dimensiones pandémicas, y que coexiste e interactúa con otra pandemia: la de las desigualdades sociales. La obesidad es más frecuente en sociedades más desiguales: es más prevalente en países de renta media y baja, en las áreas más empobrecidas, en grupos con menor nivel educativo, en las mujeres, y en las minorías étnicas. Además, la situación es peor entre quienes experimentan múltiples y simultáneas desventajas sociales.

La prevalencia de obesidad en el mundo se ha triplicado desde 1975, hasta el punto de que, en 2020, una de cada seis personas adultas y uno/a de cada 11 niños/as viven con obesidad, y para 2035 se estima que 1 de cada 4 personas la padecerán. ¿Cómo es posible que tantas personas presenten obesidad? Resuena aquí la famosa frase de Rudolf Virchow, quien ya por el año 1847, decía: “si la enfermedad es una expresión de la vida individual bajo condiciones desfavorables, entonces las epidemias deben ser indicativas de trastornos colectivos en las sociedades”. En efecto, las transformaciones socioeconómicas, demográficas y tecnológicas que se han dado a escala global constituyen determinantes fundamentales del sedentarismo y de las dietas hipercalórcas plagadas de alimentos procesados y ultraprocesados, que en última instancia producen obesidad.

Sin embargo, el énfasis sigue ubicado en la responsabilidad individual omitiendo el rol fundamental de los factores estructurales, de las causas de las causas. Paradójicamente, vivimos en una sociedad que engorda, pero que odia la gordura. Con demasiada frecuencia se culpa a las personas de no tener fuerza de voluntad, de sucumbir ante la comida basura y de no hacer ejercicio. Estas formas estigmatizantes crean barreras adicionales para la prevención de la obesidad, perpetúan el problema e incrementan el sufrimiento de quienes la padecen.

Desde que la Organización Mundial de la Salud declarara a la obesidad como la epidemia no transmisible del siglo XXI, se han implementado numerosas políticas e intervenciones para prevenir la obesidad. A pesar de ello, la prevalencia de obesidad, así como su gradiente social, han continuado aumentando. Si bien algunos países de renta alta han experimentado una leve reducción en la prevalencia en la infancia, hasta el momento ningún país lo ha logrado en población adulta.

Es hora de cambiar el foco hacia los determinantes políticos, comerciales, socioeconómicos y culturales, que determinan los modos de vivir de las personas, y consecuentemente, su desigual estado de salud. Se requieren perspectivas integrales innovadoras que permitan englobar los simultáneos, complejos y sinérgicos procesos que coexisten con esta pandemia. La obesidad debe reconfigurarse de manera urgente como una problemática sistémica, enraizada en la economía política de nuestro tiempo.