Tiernos presupuestos 'trapis'
Pintan tan mal las cosas para la presidenta de Junts que ni en su partido apuestan por salvarla. Lo de la persecución política ya no aguanta. Se visualiza el fin de una sonrisa
Álex Sàlmon
Periodista. Director del suplemento 'Abril' de Prensa Ibérica.
Un acusado puede mentir. Y lo puede hacer de forma descarada o construyendo un relato coherente. Laura Borràs puede decir la verdad o falsearla de forma descarada. La ley la ampara. Además, también puede crear una puesta en escena sobrecogedora. Hasta dulce. Sus entradas y salidas del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya siempre han estado envueltas de un aroma familiar casi perfecto. La foto, publicada el lunes en este diario hecha por Marta Pérez de EFE, mostraba serenidad ante la tempestad, recostada en el hombro de su hija. Una forma de enfrentarse a los ataques despiadados del envoltorio cruel que significan los poderes maléficos del Estado, para el que ella se presentó a una plaza de profesora titular del departamento de Educación Lingüística y Literaria de la Universidad de Barcelona. Cosas de la vida.
El método de esclarecimiento en un juicio siempre se sustenta en la contradicción de supuestas verdades. Con una diferencia, Borràs puede mentir. El otro acusado, Isaías Herrero, también. La funcionaria de la Institució de les Lletres Catalanes, no.
Este no deja de ser un juicio cualquiera. El problema es la pátina fina con el que se pretende adornar, para que sea desviada la atención y considerarlo un juicio político. Así llevamos ya años. Pero ya no cuela ni entre los suyos. Es más, puede que, sin pretenderlo, esté perjudicando a su defensa. La cosa ya va de si existieron presupuestos ‘trapis’ o no.
Según lo contado por la presidenta apartada todo lo que se hizo tenía el beneplácito de los que saben cómo van estas cosas de los contratos públicos. Laura Borràs se presenta como una neófita en esas cuestiones. Si esa es la línea, ¿por qué se empeña en explicarlo como si todo fueran trampas trazadas por un Villarejo cualquiera?
Pintan tan mal las cosas para la presidenta de Junts que ni en su partido apuestan por salvarla. Lo de la persecución política ya no aguanta. Se visualiza el fin de una sonrisa.
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