Artículo de Joan Tardà

El lastre sociovergente

El independentismo no se tiene que hacer perdonar. Por primera vez, durante el 'procés', el relato dominante de las élites quedó superado por otro, más popular que académico, alrededor de cómo tenía que ser el nuevo país independiente

Salvador Illa escucha a Pere Aragonès (de espaldas)

Salvador Illa escucha a Pere Aragonès (de espaldas) / FERRAN NADEU

Joan Tardà

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He escuchado la llamada de alerta del alcalde de Moià, Dionís Guiteras (que felizmente pronto se publicará en forma de libro de divulgación). Palabras avaladas por el prestigio, reconocido por adversarios y correligionarios, de una trayectoria de éxito por haber remontado las finanzas del ayuntamiento más endeudado del país y la excelente experiencia de empoderamiento ciudadano experimentado en la nueva comarca del Moianès. Afirma que Cataluny no saldrá adelante sin cambiar el modelo económico, sin implantar un proyecto de gobernanza que responda a los retos globales y locales y se adecúe a los estándares de sociedad que estemos dispuestos a crear.

En todo caso, implementar una gobernanza para el siglo XXI exige superar el pasado. En la Catalunya autonómica, CiU y PSC se neutralizaron más que colaboraron. Una competitividad condicionada por los intereses de los gobiernos españoles que, deseosos de establecer pactos con el pujolismo, frenaron las ambiciones de sus correligionarios catalanes. El PP de Vidal- Quadras fue descabezado por Aznar con la misma lógica que Zapatero pactó el Estatut con Mas para dinamitar los gobiernos Maragall/Montilla a fin de volver al ”oasis catalán” alterado en 2003 por los gobiernos tripartitos con presencia independentista.

Se pretendía recuperar un 'statu quo' basado en un nacionalismo atrincherado en la administración autonómica y un socialismo fijado en los grandes ayuntamientos. Mirándose de reojo, eso sí, asumiendo la máxima orteguiana de la “conllevancia” entre dos maneras de entender el país y el catalanismo. No es casual que Catalunya todavía no tenga ley electoral propia, que la gestión del territorio fuera un campo de batalla donde Generalitat y consejos comarcales actuaban de parapeto ante las diputaciones, de igual manera que el área metropolitana barcelonesa planificaba como contrapoder del Gobierno catalán. Paradójicamente, dos bandos defensores de un mismo modelo económico optaban por unas instituciones hechas más para la superposición administrativa y la rivalidad competencial que por las sinergias.

Resulta farisaico, pues, que dirigentes políticos beligerantes contra el independentismo atribuyan al 'procés' la responsabilidad de una hipotética decadencia catalana. Las manifestaciones de Salvador Illa han sido un buen ejemplo, a raíz del último debate sobre las inversiones en infraestructuras y el presupuesto de la Generalitat. No obstante, suena a pataleta que en el contexto político actual, caracterizado por la relevancia del republicanismo como ideología competidora del pospujolismo y del socialismo, se pretenda forjar un discurso de modernidad sin asumir responsabilidades pasadas. Haría bien, pues, ERC en no dejarse presionar por los poderes fácticos, tal como se ha intentado hacer con el debate de la ampliación del aeropuerto de El Prat, el cuarto cinturón y Hard Rock.

Porque el independentismo no se tiene que hacer perdonar. Todo lo contrario. Por primera vez, durante el “procés”, el relato dominante de las élites quedó superado por otro, posiblemente más popular que académico, alrededor de cómo tenía que ser el nuevo país independiente al abrigo del proceso constituyente de la república naciente. Teoría y especulación 'ad futurum', cierto, pero bocanada de aire fresco sin duda.

Suena a hipocresía, también, que, cuando nadie niega el poco futuro que puede haber si no logramos crecimientos sostenibles y progresos en cuanto a la soberanía alimentaria, se tengan que encajar argumentos de pretendido progresismo por parte de quien hace pocos años impulsó Eurovegas, el tercer macrocomplejo de casinos más grande del mundo en el ámbito del Parc Agrari del Baix Llobregat sin ningún tipo de pudor o esconde que fueran los responsables políticos de urbanizar el barrio residencial de Gavà Mar junto a las instalaciones aeroportuarias.

El Govern no se tendría que dejar seducir por los cantos de sirena que pretenden dictarle el guion, aprovechando la minoría parlamentaria. Hasta ahora, Aragonès ha sacado adelante las cuentas de la Generalitat, tiene la legislatura garantizada y a finales de año, probablemente, estará en condiciones de poner nuevas condiciones a Sánchez. Un coyuntura adecuada para engendrar una nueva gobernanza. Si no lo hace, fracasará y los mismos que ahora con cinismo lo culpan de los males actuales, a él y a sus compañeros republicanos, después doblarán la dosis y le reprocharán no haberlo intentado.

'Preu per preu, sabates grosses, president!'

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