Limón & vinagre

Monika Hohlmeier, venir por Mbappé, llevarse a Camavinga

Jaleada por el PP y la derecha mediática, la jefa del Comité de Control Presupuestario de la Eurocámara vino a España para desenmascarar el presunto fraude en la distribución de las ayudas de la UE y regresó casi de vacío a Baviera

La presidenta de la misión de la Comisión de Control Presupuestario del Parlamento Europeo, Monika Hohlmeier.

La presidenta de la misión de la Comisión de Control Presupuestario del Parlamento Europeo, Monika Hohlmeier. / EFE

Jorge Fauró

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Está en la condición humana. Uno sale a la calle con unas expectativas y regresa a casa apenas de vacío y decepcionado por el resultado. Le acaba de ocurrir a la eurodiputada del Partido Popular Europeo (PPE) y miembro de la CSU alemana (Unión Social Cristiana de Baviera) Monika Hohlmeier (Múnich, 60 años), que en calidad de presidenta del Comité de Control Presupuestario del Parlamento Europeo encabezó días atrás una delegación de hombres y mujeres de negro para fiscalizar la gestión de las ayudas de la UE concedidas a España y motivadas por la pandemia.

Amadrinada por el PP español, versión Díaz Ayuso, y jaleada por la derecha mediática, que se explayó en entrevistas que vaticinaban desenmascarar un ‘caso Next Generation’, la comitiva europea regresó a sus cuarteles de invierno después de tres días de entrevistas con miembros del Gobierno español, oenegés y periodistas. Conclusiones: «¿Fraude? ¡Desde luego que no!», admitió Hohlmeier a la prensa española. «Me preocupa que los contribuyentes europeos den fondos sin precedentes a España mientras rebaja el delito de malversación», declaró a posteriori en una entrevista a 'El Mundo'. A falta de resultados, dejó el recado de la malversación y la transparencia. Resumiendo: Hohlmeier vino a por Mbappé y se llevó a Camavinga. Como sentenció un tuitero, pasa cada sábado en todos los bares de España.

Nieta de un carnicero bávaro, diplomada en dirección de hoteles e hija de Franz Josef Strauss, el eterno aspirante a la Cancillería de la Bundesrepublik, Hohlmeier atesora fama de dura en la Eurocámara y es el contrapunto a la también alemana y también conservadora Ursula von der Leyen, que, a diferencia de Monika, siempre parece alegrarse de ver a Pedro, así, con familiaridad, sin el Sánchez. Casada en los 80 con el asesor fiscal Michael Hohlmeier, adoptó el apellido del marido en detrimento del Strauss paterno, pero ello no impidió que aparcara la hostelería en favor de la política a la sombra del prócer, que llegó a presidente de la CSU, fue varias veces ministro de la República Federal y presidente de la región de Baviera. De él debió de heredar Monika la habilidad para navegar con éxito en las agitadas aguas de aquella Alemania trufada de grandes nombres (Willy Brandt, Helmut Schmidt, Helmut Kohl). El padre pasó a mejor vida en 1988 con honores de canciller, superando un pasado en la Liga Nacionalsocialista de Estudiantes, su afiliación al Cuerpo de Motoristas Nacionalsocialistas y su servicio en la Wehrmacht, con la que invadió la Unión Soviética con el grado de teniente incrustado en la 22 División Panzer. Un nazi de manual. Su colaboración posterior con los aliados le evitó males mayores. Pelillos a la mar.

Los hombres y mujeres de negro de la Eurocámara llegaron a España en una semana precedida de un ambiente caldeado, con diputados del PP en Bruselas ejerciendo de lobi contra el Gobierno español y la propia Hohlmeier concediendo entrevistas y sembrando la sospecha sobre la gestión de los fondos. A saber: de los 141.000 millones a los que aspira España, llegaron 31.000 a finales de 2022. El PP español se relamía a la espera de las conclusiones de la comitiva, compuesta en gran parte por conservadores: los miembros del PPE José Manuel Fernandes e Isabel Benjumea, Jorge Buxadé (Vox), Eva María Poptcheva y Susana Solís (Ciudadanos), las socialistas Isabel García, Caterina Chinnici y Eider Gardiazábal, y Ernest Urtasun, de En Comú Podem. «No tuve la impresión de que el Gobierno español quiera quedarse de brazos cruzados. Vi al Ejecutivo muy comprometido», reconoció la jefa de la misión. Ni fraude ni incumplimientos legislativos. A casa.

De vuelta a Baviera, Monika Hohlmeier deberá lidiar con lo suyo, que no es poco. La política bávara se halla inmersa en el caso de una amiga suya de la infancia que ingresó en prisión por haber ganado 48 millones de euros como mediadora en la compra de material sanitario durante lo peor de la pandemia, un caso mascarillas a la alemana con la sospecha de que Hohlmeier intercedió entre su amiga y el Ministerio de Sanidad alemán. Ya en 2004, la hoy eurodiputada dimitió como líder local de los cristianodemócratas por amenazar a sus críticos con airear chanchullos privados. Al año siguiente dimitió como ministra de Educación de Baviera acusada de permitir la falsificación de votos en las elecciones de su partido. Y ahí sigue, vadeando en las aguas sinuosas del ojo ajeno y la viga en el propio. ¡‘Prost’!

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