Ágora

Sexualidad y educación

Los desacuerdos en la educación afectivo-sexual aparecen cuando se trata de definir el contenido de esta formación específica y los temas a abordar en cada edad

Un aula de un colegio de Primaria.

Un aula de un colegio de Primaria.

Berta Aznar

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Hace unos días se presentó el último estudio del Dr. Ballester y cols., cuyos datos muestran cómo el consumo de pornografía entre adolescentes se ha disparado en los últimos años, lo que preocupa enormemente a familias y profesorado.

Parece que todo el mundo está de acuerdo en que la solución frente a estos datos es la educación afectivo-sexual; por suerte, muy poca gente está en contra de esta constatación. Los desacuerdos aparecen cuando se trata de definir el contenido de esta formación específica y los temas a abordar en cada edad. Parece evidente que, con un tema tan delicado como la sexualidad y con una población tan vulnerable como son los y las menores, estas decisiones deben tomarse con cautela, consenso y basadas en la investigación científica

En la etapa de educación infantil, la educación afectivo-sexual debería centrarse en conocer, identificar y nombrar las partes del cuerpo, especialmente aquellas que diferencian a niños y niñas. Es muy importante remarcar que el hecho de ser niños o niñas no debe limitarlos en absoluto en sus comportamientos, gustos y metas vitales, ni condicionar su lugar en el mundo ni en la infancia ni en la vida adulta. Cualquier otra reflexión alejada de esta lo único que crea en estas edades es confusión y les aparta del objetivo de la igualdad. Hablar sobre los afectos y vínculos entre las personas y ayudarles a respetar y valorar las diferencias es importante. También ayudarles a entender que ningún adulto puede tocar sus genitales, a excepción de situaciones específicas de higiene y/o cuidado con personas muy cercanas.

En primaria, se tratarán otros temas sobre sexualidad que respondan a sus dudas. En estas edades ya podrán entender la diferencia entre sexo y género – el sexo como realidad material biológica y el género como atribuciones y expectativas sociales para cada sexo – tal y como distingue el 'Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres'. El género limita la libertad en el desarrollo de niñas y niños, no es una identidad ni una expresión.

En la adolescencia, no podemos olvidar que el reto psicosocial propio de esta etapa es la crisis de identidad que afrontan la totalidad de los y las adolescentes. Por tanto, habrá que fomentar el pensamiento crítico para que puedan discernir cuestiones identitarias reales de otras seudoteorías. Evidentemente, esta postura es totalmente compatible con el respeto a todas las personas y la aceptación de uno/a mismo/a.

El marco en el que es necesario abordar la educación afectivo-sexual es el de la coeducación; hay que incluir la perspectiva de género, que está quedando totalmente difuminada tras el paraguas de la diversidad que todo lo abarca, tal y como señala DoFemCo en su libro 'La coeducación secuestrada'.

La sexualidad forma parte de la vida y es un área relevante de la persona; normalizar la sexualidad sin caer en el error de banalizarla debería ser el objetivo de cualquier acción educativa en este ámbito.