GOLPE FRANCO

El peor momento de nuestras vidas… por ahora

Lewandowski, abatido, tras la eliminación de la Europa League en Old Trafford.

Lewandowski, abatido, tras la eliminación de la Europa League en Old Trafford. / Reuters

Juan Cruz

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Los aficionados al fútbol somos supersticiosos, excepto los que no presumen de serlo habiéndolo sido. En mi caso, mis supersticiones son numerosas, y entre ellas no ver en directo (aunque sea por televisión) los partidos de mi equipo forman parte de esta manía de considerarme culpable de los resultados.

Pasó de nuevo esta vez, cuando el Barça se enfrentó al Manchester United, el único campo de Inglaterra, por cierto, en el que una vez vi jugar al Barça. Fue en una ocasión nada memorable, pues algo debió ocurrir para que yo no recordara ni una jugada, aunque sí recuerdo que iba con un buen amigo, Luis Foix, que entonces era, como yo, corresponsal en Londres, hace de esto unos mil años.

En Soria por Javier Marías

Lo cierto es que esta vez, cuando tanta necesidad tenía yo mismo de estar cerca del Barça en un momento culminante de su aventura triste en la Europa de los campeones, tuve que ir a Soria. De todos los lugares del mundo, tuvo que ser Soria la que me llamara a cumplir con mi deber de periodista y, en cierta manera, de editor, pues se rendía homenaje a un gran escritor que fue madridista y que, con una exquisita manera de relacionarse con esa circunstancia, jamás se burló de nuestras derrotas.

Me refiero a Javier Marías, fallecido el pasado verano, cuya relación con Soria siempre fue celebrada y ahora se recuerda con muchísima tristeza, pues el fallecimiento de este gran escritor causó estupor en todo el mundo de las letras y un dolor enorme entre los que fueron sus amigos de Soria, donde vivió muchos años de su infancia, de su juventud y de algunos episodios de su fecunda madurez.

Escuché el partido por la radio. La radio ha sido mi socia de la pasión por el Barça desde que tengo uso de razón futbolística. Aquellos años de voluntad adolescente azulgrana era la radio que emitía desde Barcelona la que acompañaba mis tardes barcelonistas. Cuando perdía el equipo atribuía a fallos de la radio o de los comentaristas, que cuando el Barça ganaba me parecían héroes capaces de marcar ellos mismos los goles de mi equipo, cuando eran de mi equipo los goles. Con el tiempo la televisión vino a sustituir a la radio como vehículo de los partidos, pero yo he seguido siendo fiel a la voz radiofónica, que en estos tiempos es sobre todo la de Lluís Flaquer en la SER, aunque muchas veces me paso a escuchar en la Cope a mi también maestro Manolo Oliveros.

Con el alma en un puño

Ambos me han dado alegrías y tristezas, y debo decir que en ambos casos nunca se han burlado de mi pasión, pues en otras voces radiofónicas, seguramente llenas de buenas intenciones, sí observa que las derrotas barcelonistas les exacerban sus ganas de decir que el Barça, ay, es menos que un club.

Escuché este partido de Manchester con el alma en un puño. El gol de Lewandovski me dio miedo, pues estos ingleses saben contratacar en seguida que reciben la herida, y eso hicieron: contratacaron como si no hubiera un mañana, y el éter que me acompaña a Soria, tan helada como una mala noticia, fue explicando poco a poco que la ilusión del 0-1 se iba a romper, como así fue, en seguida que los del Manchester añadieran una marcha más a su delantera.

Escuché el partido hasta el final, casi llegando a mi destino de regreso, Madrid. Como suele suceder, sentí que ese era el peor momento de nuestras vidas…, hasta que recordé que era solo fútbol, que este domingo habría otro partido en el que nos íbamos a jugar el futuro sin Pedri, y que ya habría más fortuna, o mejor juego, y así sucesivamente.

Vivo con esa esperanza, la del día siguiente, pues el Barça es así: te obliga a la actualidad y también a la alegría inventada que propicia la existencia del futuro. Ojalá es una palabra que me gusta mucho, y a ella me expongo como quien abre un libro de esperanzas.  

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