Nuestro mundo es el mundo | Artículo de Joan Tapia

Con la cruz a cuestas

El Gobierno con Podemos augura a Sánchez un traumático fin de legislatura

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / José Luis Roca

Joan Tapia

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Pedro Sánchez es optimista y resiliente. No son malas cualidades para un político de fondo (no Albert Rivera o Pablo Casado). Pero ¿pecó de autoconfianza cuando a finales de año creyó que aprobado el Presupuesto -y pagada la deuda con ERC sobre la sedición y la malversación- tendría un primer semestre tranquilo antes de las autonómicas y luego otro (previo a las generales) haciendo de Macron en la presidencia europea?

Lo parece. Primero porque la sedición y la reforma de la malversación (poco estudiadas) provocaron mucho ruido y luego han quedado en nada porque el Supremo (Marchena y Llarena) saben más derecho penal que sus fontaneros (y que su ministro-monaguillo de Presidencia) y se han vengado del ninguneo del Gobierno y, aún más, de las continuas descalificaciones de Podemos a la judicatura. Pero este no es el gran problema porque la ambigua relación con ERC sigue y además ERC es un aliado externo. Y el choque con un aliado no es el fin del mundo. 

Más dramático ha sido quedar cautivo del socio minoritario. El fracaso de la ley de libertad sexual ha hecho que en solo cuatro meses se haya reducido la pena de más de 500 condenados por esos delitos. La única solución (y mala) estaba clara desde el primer día: disculparse y cambiar la ley. Pero Irene Montero proclamó, de entrada, que la ley era oro, pero que estaba siendo mal aplicada por jueces reaccionarios. Una estupidez y una buena forma de ganar amigos. Sánchez fue paciente (con Podemos ha aprendido la virtud), pero luego decidió, cuando Montero no flexibilizó su postura, que el PSOE debía rectificar con su propia proposición de ley. Si Montero fuese el presidente de Renfe (que me perdone la comparación), habría sido cesada fulminantemente. Pero Montero y Belarra son Podemos. Intocables. Sánchez no desea cesarlas y no explota (tiene autodominio) cuando Belarra dice que el PSOE quiere volver al Código Penal de 'la Manada'. Si no las cesa, malo. Si las cesa, rompe con Podemos.

Su autoridad como presidente está resultando muy tocada por la sumisión del PSOE a Irene Montero en la ley del ‘solo sí es sí’ y en la ‘ley trans’

Y ahí está la ‘ley trans’. La autodeterminación de género es signo de los tiempos. Pero ¿es razonable admitir, con precauciones, el cambio legal de sexo desde los 12 años y con barra libre a los 16, cuando aún no pueden votar? Muchos, empezando por la exvicepresidenta Carmen Calvo que se abstuvo y fue multada con 600 euros, creen que no. Pero lo exigía Irene Montero. Había que tragar. Y, con estas dos leyes el martes en el Senado Feijóo propinó dos buenos guantazos a un Sánchez descolocado. Pero Feijóo resbaló -recordó aquello del primo de Rajoy- cuando le quiso apuntillar espetándole: “Deje de molestar a la gente de bien”. Y España es bastante más que los buenos barrios de sus ciudades. 

Con Presupuestos y la legislatura en fase terminal, a Sánchez le iría bien que Podemos saliera del Gobierno y quedarse solo ante el peligro (como Gary Cooper). Pero no quiere (o puede) porque estamos a pocas semanas de las autonómicas y sería la confesión pública de un fracaso. Se pondría rojo un día, pero no sería visto como un presidente sin autoridad cada vez que se rebaje la pena a un Dani Alves de turno. Y evitaría ser acusado por alguno de sus ministros de defender los intereses de la policía, o de los fondos buitre, cuando deba oponerse a algunas insensateces en la reforma de la ‘ley mordaza’ o la de la vivienda. 

¿Está condenado Sánchez, por su propia voluntad o por la fuerza de la gravedad, a seguir con la cruz a cuestas (el gobierno con Podemos) lo que queda de legislatura? Quizá. En este caso solo hay tres escenarios. Uno, no muy probable, que desfallezca en la subida al Calvario. Salvo, claro, que Podemos no transija con el aumento del periodo de cómputo de las pensiones que Bruselas exige para seguir recibiendo los fondos europeos. El segundo -lo apuntan muchas encuestas-, que acabe la legislatura, pero llegue zombi y pierda las elecciones. El último es que, aunque exhausto, quede en situación de intentar otra investidura. 

¿Se debería entonces a su resiliencia o a los deméritos históricos del PP? Una encuesta de ‘La Razón’ del lunes dice que el 46,4% de los españoles, pero ¡ojo! contra un muy próximo 43,6%, ven a Feijóo como futuro presidente. Pero solo un 36,1%, contra un 46,9%, cree que, en caso de necesidad, debería pactar con Vox. 

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