Artículo de Pilar Rahola

De la meritocracia al clientelismo

El Govern de ERC ha decidido romper con la cultura del acuerdo, ha destituido a Ferrer al frente de Fira 2000 y ha impuesto a dedo a David Poudevida, cuyo único mérito reconocido era ser un hombre de estrecha confianza de Junqueras

Accesos al recinto Fira Barcelona Gran Via en el primer día del congreso ISE 2023

Accesos al recinto Fira Barcelona Gran Via en el primer día del congreso ISE 2023 / ACN

Pilar Rahola

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Lo que ha pasado con el relevo al frente de Fira 2000 es un ejemplo de corrupción de baja intensidad, aunque el término 'corrupción' no sea el que se use habitualmente. Tradicionalmente se conoce como 'amiguismo' o 'nepotismo', un tipo de corruptela que no implica poner la mano en la caja, pero que pervierte el sentido de lo que tiene que ser el servicio público. Y, en el caso de Fira 2000, con una agravante que empeora la pésima imagen de la decisión tomada: no solo se ha impuesto a dedo un nombre sin otro criterio que el de ser amigo del capo de turno, sino que se ha hecho rompiendo el consenso habitual entre las partes.

Estos son los hechos. Desde mediados del año pasado dirigía Fira 2000 Joaquim Ferrer, a propuesta del entonces consejero de economía Jaume Giró, que fue el encargado de encontrar "un hombre de consenso", con el que estuviera de acuerdo todo el accionariado de Fira, que incluye, además de la Generalitat, a los ayuntamientos de Barcelona y L’Hospitalet, la Diputación, la Cambra de Comerç y el Área Metropolitana. No solo el consenso fue absoluto, sino que la valoración de su mandato era aplaudida por todas las partes, por considerar que Ferrer hacía una gestión "transparente y eficiente". No hay que olvidar que, entre otros grandes proyectos, Fira 2000 es la encargada de la ampliación del recinto ferial de Gran Via, en L’Hospitalet, con una inversión de 350 millones y una construcción de 330.000 metros cuadrados, de manera que la buena colaboración entre las administraciones era tan primordial como lo era encontrar el perfil adecuado.

Aun así, después de la ruptura de la coalición de gobierno y la salida de Giró, el Govern de ERC ha decidido romper con la cultura del acuerdo, ha destituido a Ferrer y ha impuesto a dedo, con el voto en contra de todas las administraciones restantes, a David Poudevida, cuyo único mérito reconocido era ser un hombre de estrecha confianza de Junqueras. Fue tanta la indignación de las otras administraciones del consejo que la alcaldesa Núria Marín incluso pidió que la destitución de Ferrer se retirara del orden del día y se abriera un debate de consenso, y no imponer una propuesta "de última hora". Pero ni consenso, ni acuerdo. ERC impuso Poudevida a la brava. 

Con un añadido preocupante, porque el cargo anterior que tuvo como delegado del Govern en Argentina, colocado por ERC en la época de Alfred Bosch, y por el cual cobraba 90.000 euros, fue un fiasco tan notable que la consejera Alsina lo destituyó nada más llegar: en dos años y medio dirigiendo la delegación no abrió sede propia, ni tuvo oficina, ni montó ningún equipo, ni contrató ningún trabajador e, incluso, era tal su inexistencia que había dudas de que realmente residiera en Argentina. En todo caso, fue una delegación fantasma de la cual no se conoce, en todo su tiempo, ni una mínima actividad. Sin embargo, haber sido un delegado fantasma, de evidente ineficacia, no le ha impedido convertirse, contra todos los criterios razonables y contra todas las partes implicadas, en el nuevo director general de un organismo de tanta envergadura económica y tan importante para el crecimiento ferial del país. Si no es corrupción, lo parece.

En este sentido no deja de ser curioso que ERC, que se pasa la vida dando lecciones de moralidad política -ayer lunes su portavoz Marta Vilalta volvía a llenarse la boca con su "tolerancia cero" a la corrupción-, haga este tipo de actuaciones que son propias del viejo concepto de la cacicada. Y en su caso, con méritos, porque el frenesí que le cogió al Gobierno de Aragonès por copar, contrarreloj, todas las entidades donde podía colocar a gente suya, sin mirar la idoneidad de la persona escogida, ha sido un auténtico reparto de cargos: Institut Català de Finances -donde la sustitución de Jordi Oliva también ha generado cierto escándalo-, Autoritat Catalana de la Competència, Ferrocarrils de la Generalitat y el Port de Barcelona, donde está colocado su vicesecretario general Lluís Salvadó.

Esta es la cuestión: la corrupción no tiene una única dirección, la clásica de embolsarse dinero, sino que es más sinuosa, porque tiene que ver con la perversión de lo que significa la 'res publica', concepto que los republicanos deben de conocer bien. Y, sin duda, no significa considerar el poder como una agencia de colocación.