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Xavi y Ten Hag se dirigen al centro del terreno de juego para protestar al árbitro tras el 2-2 entre Barça y United.

Xavi y Ten Hag se dirigen al centro del terreno de juego para protestar al árbitro tras el 2-2 entre Barça y United. / Jordi Cotrina

Albert Guasch

Albert Guasch

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El público abarrotó el Camp Nou, ignorando toda la suciedad que va emergiendo de las alcantarillas de la entidad. Institucionalmente da la sensación de que el FC Barcelona va desmoronándose ante nuestros ojos, malherido en sus finanzas y en su prestigio. Y, sin embargo, cuando llama el fútbol, el barcelonismo responde como si hubiera toque de corneta. Mejor mirar hacia el césped, que huele bien.

El equipo de Xavi tiene atractivo, se ha ido musculando, líder claro en la Liga, y la eliminatoria ante el Manchester United se presentaba con neones parecidos a la Champions. La hora, además, era muy buena, para llevar a la chiquillada al salir del colegio. Y ciertamente nadie se aburrió. Maravilloso espectáculo. Trepidante. La perfecta distracción para la sospecha de que el FC Barcelona no ha tenido durante lustros dirigentes a la altura ética y estética de lo que merece el club.

Manchado el nombre, los técnicos y los jugadores se envolvieron de un orgullo profesional encomiable para proclamar que su crecimiento va de veras y que si no ha alcanzado el nivel Champions, lo parece, sobre todo por el tesón que proyecta, tan necesario para competir contra los guapos y fuertes de Europa. Otra cosa es que vaya a superar la eliminatoria. Menudo equipazo es el Manchester United. También padece sus tribulaciones institucionales, pero futbolísticamente ha madurado en las últimas semanas a una velocidad supersónica desde la marcha de Cristiano Ronaldo.

El Barça ofreció a la parroquia una actuación la mar de entretenida, aunque posiblemente, si se analiza con el microscopio con que se analiza el juego hoy, se descubrirán pasajes de flaquezas. Hubo momentos de desconcierto, aprovechados por el United. Pero el aroma que queda en el aire es que este grupo juvenil es capaz de salir con una fuerza de voluntad conmovedora de todos los aprietos que se encuentra, y que el Camp Nou está ahí para espolear.

La locura

Nadie personifica mejor este espíritu de rebeldía y resistencia que Gavi, quien no teme ninguna situación hostil, no teme apostar la integridad de su cabeza en un barullo, no teme a Casemiro. Dan ganas de gritar que está loco de remate, como un cencerro, pero dicho con admiración, porque menuda bendición para el club su hallazgo. Se perderá la vuelta de Old Trafford, al igual que Pedri, y le tiene que doler en el alma al cuerpo técnico. Es un espectáculo en sí mismo ver cómo activa ese prodigioso resorte que le permite rebotar en el suelo cuando cae, levantarse como si nada y volver a poner la pierna sin miedo allá donde se libra una batalla. 

La eliminatoria está perfectamente abierta ahora que no cuentan doble los goles fuera, pero la calidad de las bajas nublan las perspectivas en la vuelta. Esa fortaleza anímica mostrada ayer se pondrá a prueba en un estadio que sabe vociferar. 

Y que no paren los partidos. Es el velo necesario para mirar lo menos posible hacia arriba, siempre susceptible de decepcionar.