Artículo de Carles Sans

Envejecer a los 34 años

Uno se da cuenta de que envejece, no únicamente por varias deficiencias físicas que van apareciendo, sino porque vas viendo que, sin darte cuenta, han desconectado de ti las generaciones posteriores

La caída de la natalidad por la pandemia agrava todavía más el envejecimiento de la población

La caída de la natalidad por la pandemia agrava todavía más el envejecimiento de la población

Carles Sans

Carles Sans

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Leí en una de esas revistas, que cada vez están más en desuso en los locutorios clínicos, que se consideraba que el envejecimiento comenzaba a los treinta y cuatro años. Me dio la risa. Primero por la cifra, es decir, la exactitud de los 34 años; todos con un número redondo nos hubiésemos conformado, no sé, los 40 por ejemplo; pero lo del 34 me chocó. Luego me reí también al leer que se envejece tan pronto. ¡¿Qué quieren que les diga?! Visto desde la barrera de los sesenta y tantos, me parece un chiste.  

Uno se da cuenta de que envejece, no únicamente por varias deficiencias físicas que van apareciendo, sino porque vas viendo que, sin darte cuenta, han desconectado de ti las generaciones posteriores. De repente ves que no comparten tus gustos, tendencias o rutinas. Cuando me relaciono con gente joven, algo que procuro hacer a menudo, son ellos quienes me advierten de las cosas que ya no se hacen o no se llevan. No sé cómo ni cuándo uno empieza a desconectarse de muchas de las cosas que manejan los jóvenes. Yo, cuando era un chaval, y veía a mis padres desfasados, me prometía que, al llegar a su edad, nunca me ocurriría como a ellos; por ejemplo, que nunca desconectaría de las nuevas tendencias musicales o de las movidas culturales en boga. Pero esto es casi imposible. Conocer y seguir las corrientes más recientes necesita de un esfuerzo que a los más adultos nos aburre. Está bien no querer resultar un trasnochado, y huir del carcamal que por su edad no se entera de nada, pero también es muy difícil esforzarse por estar en la onda de los más jóvenes cuando ya no lo eres. Querer estar al día está muy bien, pero querer estar a su nivel es más discutible.

La condescendencia con la que me hablan algunos jóvenes de cosas que ya no sé, a veces me molesta; pero la acepto porque ellos son el relevo. 

El tiempo pasa y mientras a la juventud trae cosas nuevas, tú te quedas con las que más conoces, las tuyas. El testigo ya es de ellos, y uno, máxime, ha de intentar no quedarse atrás y procurar comprender sus gustos, te parezcan bien o no.

Suscríbete para seguir leyendo