Limón & Vinagre | Artículo de Josep Cuní

Josep Maria Bartomeu: Fútbol, causa y excusa

Es obvio que al penúltimo presidente del FC Barcelona algunos le tienen ganas. No se entenderían, si no, las cinco causas judiciales abiertas y el permanente desprestigio al que se le somete

Josep María Bartomeu, a su llegada al TSJC para el juicio contra Neymar Jr. denunciado por la empresa DIS por presunta corrupción en su fichaje por el Barça. Fotografía de Jordi Cotrina

Josep María Bartomeu, a su llegada al TSJC para el juicio contra Neymar Jr. denunciado por la empresa DIS por presunta corrupción en su fichaje por el Barça. Fotografía de Jordi Cotrina / JORDI COTRINA

Josep Cuní

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Hay quien compadece a los árbitros y hay quien les admira. De estos últimos, pocos, ya que la figura de la supuesta neutralidad es la más fácil de demonizar en cualquier ámbito. Especialmente en un mundo de pasiones desenfrenadas, insultos desbocados, iras desbordadas y celos desorientados como el del fútbol. El deporte que necesita de la tensión para hacer vibrar como las cuerdas de una guitarra, en brasileña expresión de Pelé. 

Observar a quien pretende justicia aplicando principios de equidad entre dos rivales a riesgo de crucifixión por cualquiera de ambas partes, si no por las dos a la vez, lleva a preguntarse por sus ganas de complicarse la vida hasta el extremo de peligrar su integridad física. Alarma constante en campos secundarios. 

Que un árbitro de fútbol está comprado o se ha vendido ha sido descalificación habitual desde tiempo inmemorial. Silbarle así que la megafonía amplifica su nombre, el primer síntoma. A partir de ahí, cualquier falta señalada a los propios deriva en largo vocabulario despectivo que suele jugar con los eufemismos del silbato reducido a pito a pesar del VAR. Las generaciones pasan pero la tradición se mantiene y esta semana ha avalado la creencia popular.

El caso Enríquez Negreira está dejando más preguntas que respuestas. Y la sospecha que una mancha de aceite salpique a más clubes es hoy la preocupación que sobrevuela el país. Por mucho que, de momento, solo se haya señalado al Barça como presunto y principal proveedor de siete millones de euros no se excluye que la picaresca no buscase, encontrase o se extendiese a otros destinatarios. O que esos no tuvieran sus particulares contactos al ser asiduo el especialista en la observación del comportamiento de los colegiados que ayuda a los clubes como agente propio o aliado externo. Amistosa y gentilmente o interesada y pecuniariamente. 

Lo curioso de la polvareda es que, de entrada, los dardos se lanzaran contra Josep Maria Bartomeu Floreta (Barcelona, 6 de febrero de 1963) siendo, como fue, quien cerró el grifo a la empresa del que era vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros. Cierto que procedió a la suspensión del acuerdo verbal, nunca documentado, cuando el padre del gestor abandonó el organismo y que las relaciones profesionales siempre las desempeñó el hijo del juez deportivo. De ahí la amenaza. Tan cierto, como que el Barça llevaba abonando mensualidades de 40.000 euros desde nadie sabe cuándo y que los respectivos presidentes justifican con mirada retrospectiva. Y que era una buena aportación al planteamiento táctico del partido vía dosier explicativo y DVD ilustrativo para los técnicos lejos de sospecha alguna. Pero, ¿hubo más?

Es obvio que al penúltimo presidente del FC Barcelona algunos le tienen ganas. No se entenderían, si no, las cinco causas judiciales abiertas y el permanente desprestigio al que se le somete. Tampoco será que la gestión de Bartomeu fuera tan acertada como él aduce aunque menos controvertida de lo que su sucesor insiste. Por lo menos hasta el Barçagate. Ahí están los resultados deportivos y las actas de las asambleas por muy domesticados que parezcan. Pero mientras el pasado reciente sea convertible en la causa de todos los males, el presentebuscarápasar más desapercibido.Aunque sus cuentas y sus cuentosclamen al cielo. 

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