Décima avenida | Por Joan Cañete Bayle

Ni sí ni no, ni PSOE ni Podemos

Los socios del Gobierno dirimen su primera batalla del año electoral en la peor ley posible

Leonard Beard

Leonard Beard / Leonard Beard

Joan Cañete Bayle

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Como los propios interesados se han encargado de resaltar cada vez que sus desencuentros llegaban a los medios de comunicación, el Gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos (UP) es el primer Ejecutivo de coalición que ha habido en España desde la restauración de la democracia tras la dictadura franquista. Que sea el primero, y que no tengamos experiencia en estas lides en el Gobierno central (no así en las administraciones autonómicas y municipales), no significa que nos puedan engañar como a un niño de 7 años (si es que a un niño de 7 años se le puede engañar hoy en día): todo el mundo sabía que, llegado el calendario a cierto punto de ebullición electoral, los decibelios subirían de volumen y los dos socios pasarían de ser compañeros de viaje a ser contrincantes por una importante porción del mismo electorado. A dos meses de las elecciones municipales y autonómicas, antesala de un año que concluirá con las elecciones generales, ese punto de ebullición parece que ha llegado después de un trayecto plagado de curvas. La dificultad radica en escenificar las diferencias y luchar a degüello por mejorar la posición electoral sin llegar a romper la vajilla, porque una vez contados los votos de las generales PSOE y UP solo podrán gobernar si repiten coalición.

No hay nada malo en ello. No es contradictorio gobernar con lealtad y después luchar por sacar rédito de la acción de gobierno en las elecciones para negociar una nueva coalición desde una posición mejorada. Uno de los problemas de este Gobierno de coalición es que a menudo tanto ruido y fuego (amigo y ajeno) que lo ha rodeado desde su nacimiento no ha permitido valorar en su justa medida sus logros en una legislatura marcada por una pandemia global y una guerra en Europa. El otro problema es que demasiado a menudo también ha dado la imagen de ser dos gobiernos en uno, enfrascado cada uno en su área de influencia.

Ambos problemas se han manifestado con crudeza en la crisis alrededor de la ley del solo sí es sí, convertida en un enfrentamiento abierto dentro del Gobierno (simbolizado por la pugna Igualdad-Justicia) y en el Parlamento, donde se ha puesto de manifiesto que la mayoría de investidura en realidad son los partidos afines a UP (Bildu y ERC) que pactan a regañadientes con el PSOE (con la excepción del PNV). La espiral de errores, declaraciones, desafíos y tacticismo desplegado por los dos socios del Gobierno alrededor de esta ley amenazan con sobrepasar el punto de ebullición y convertirse en una caldera ardiendo en la que la rana no sobreviva.

En la libreta de algún gurú debe de estar apuntado que al PSOE le interesa derechizarse para combatir por el centro a pecho descubierto con el PP y dejar algo de oxígeno a UP a su izquierda para que, contabilizados todos los votos, la suma final les alcance para superar la suma final de escaños de las derechas. El papel todo lo aguanta, y en esa libreta debe de haber gráficos de tarta, evoluciones de tendencias y dibujos esquemáticos del hemiciclo que prueban que lo que puede ganar el PSOE por el centro puede compensar lo que pierda por su ala más izquierdista si eso acaba ayudando a UP a no hundirse. Si, además (y no es poco), los barones socialistas reciben oxígeno en las autonómicas y municipales, miel sobre hojuelas.

Para desgracia de los gurús, la vida no cabe en una libreta. Después de una legislatura agitada, PSOE y UP han elegido para decretar el inicio del año electoral la peor de las leyes posibles. El desencuentro alrededor del 'solo sí es sí' no solo genera indefensión legal, dudas legítimas en la población y decisiones judiciales difíciles de entender, sino que daña al voto de las mujeres, esencial para una victoria global de las ideas progresistas. Porque mientras se busca activar a cada uno de sus electorados, el riesgo que ambos partidos corren es el del hastío, el del cabreo y el de la desmovilización del voto femenino. Ni sí, ni no, ni PSOE ni Podemos. Me quedo en casa.

Llueve sobre mojado. Sucedió algo similar en la denominada 'ley trans', pero sin el desaguisado que supone sembrar la semilla de la desconfianza en el Código Penal. Cuando un presidente del Gobierno acusa a sus socios de coalición de fomentar el «ruido» y les exige una «propuesta» es que el 'dj' está pinchando la última canción de la fiesta y ya no hay fuerzas ni ganas de bailar. Igual en una libreta todo tiene sentido, pero han elegido la ley equivocada para escenificar que rompen su relación... y hasta la próxima. 

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