Artículo de Ruth Ferrero-Turrión

Kosovo, con la mirada puesta en la UE

La asertividad y rebeldía mostrada por el Gobierno de Pristina, lejos de encontrar aliados entre las cancillerías europeas, genera, sobre todo, recelos

Un joven vestido de agente de policía sostiene una bandera kosovar en una manifestación en Prístina.

Un joven vestido de agente de policía sostiene una bandera kosovar en una manifestación en Prístina. / ARMEND NIMANI

Ruth Ferrero-Turrión

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Cuando el 17 de febrero de 2008 Kosovo declaró unilateralmente su independencia de Serbia, buena parte de Europa y del mundo contuvo la respiración. Después de los terribles años de las guerras que asolaron los Balcanes en los 90 y tras los bombardeos de la OTAN en Serbia, el Gobierno de Pristina decidía no esperar más y tomó una decisión arriesgada. La calma y la estabilidad todavía no terminaban de llegar. Eso sucedió hace ahora 15 años y todavía la región en su conjunto, y Kosovo en particular, continúan viviendo ciclos de tensión de manera regular plagados de incertidumbres. 

Hoy en día si por algo es conocido Kosovo es por su persistencia en alcanzar su reconocimiento como Estado. Desde el minuto uno la diplomacia kosovar ha trabajado de manera incansable y con todos los recursos en sus manos para intentar modificar posiciones en Europa, pero también en América Latina, en África y en Asia, que le permitieran acceder al tan ansiado asiento en Naciones Unidas, su principal objetivo político. Sin embardo, el incondicional apoyo político y financiero que le ha prestado Washington durante todos estos años no ha sido suficiente.

Además, durante los últimos tiempos el diálogo Pristina-Belgrado, iniciado en 2011, lejos de avanzar una solución a que les permitiera alcanzar un acuerdo, ha provisto de un espacio en el cual las partes han pasado a medir sus fuerzas de cara a la comunidad internacional. El primer ministro albanokosovar, Albin Kurti, ha optado por un cambio de estrategia en el diálogo con el presidente serbio, Aleksandar Vucic, planteando un cambio total de la dinámica entre ambos y pasando a replicar con asertividad la inacción de la UE ante el permanente bloqueo de Serbia para alcanzar un acuerdo sobre el proceso de normalización que se debe alcanzar entre ellos. 

Y todo este cambio se da en una circunstancia muy concreta que es la de la guerra en Ucrania, un momento en el que la UE se da cuenta que no se puede demorar más en dar una solución a un conflicto enquistado en el corazón de Europa. De este modo, se lanza un plan franco-alemán para intentar alcanzar un acuerdo de normalización que sea aceptado entre las partes a lo largo de este año 2023. Y es en ese contexto en el que hay leer la crisis de las matrículas, pero también la presentación de la candidatura a la UE por parte de Pristina el pasado mes de diciembre. Cada una de las partes quiere llegar con más fuerza a la mesa de negociación y cada una utiliza sus propios instrumentos de presión para lograrlo

Desde luego la reciente asertividad y rebeldía mostrada por el Gobierno de Pristina lejos de encontrar aliados entre las cancillerías europeas, genera, sobre todo, recelos. Recelos que indudablemente también provoca, y ya desde hace tiempo, el Gobierno de Belgrado. Y con esta situación de tablas, la guerra en el Este y la necesidad de la UE de resolver un problema geopolítico que tiene en sus fronteras es con lo que Kosovo llega a este nuevo aniversario de una independencia que se sigue mirando con recelo.

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