Ágora

Repensar las políticas públicas

La renta básica universal abre la posibilidad de cambios en la forma de abordar la pobreza, la exclusión y acabar con la estigmatización de diferentes colectivos

Una manifestante reclama la renta básica universal, en Valencia.

Una manifestante reclama la renta básica universal, en Valencia. / MIGUEL LORENZO

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Las personas que trabajamos en el sector social con colectivos en situaciones de vulnerabilidad somos conscientes de la necesidad de revisar el actual panorama de ayudas económicas dada la multiplicidad, las cantidades, la gestión y el impacto real que tienen. El proceso burocrático que tienen las rentas sociales condicionadas es enorme y quien está en situación de vulnerabilidad encuentra un gran volumen de requisitos para solicitarlas que se acaba convirtiendo en una dificultad enorme e infranqueable y, a menudo, le deja fuera del acceso de estas ayudas.

El contexto actual de precariedad laboral, pobreza, incertidumbre económica y exclusión social genera cada vez más problemas de salud mental, los cuales, a su vez, retroalimentan esta rueda, siendo usados como excusas para expulsar a las personas del mercado laboral, condenándolas a vivir de un sistema de prestaciones condicionadas que, muchas veces, están por debajo del umbral de la miseria.

La falta de una perspectiva real de género también causa más vulnerabilidad a las mujeres. Sobre las mujeres recaen todas las tareas relacionadas con los cuidados, además de encontrar un mercado de trabajo precarizado, sin medidas reales para la conciliación, una brecha salarial importante y con un suelo pegajoso que no deja que la promoción laboral sea posible de forma efectiva.

La vulnerabilidad va creando aislamiento, las dificultades para acceder a un mercado de trabajo profundiza la exclusión y aumenta el estigma. Esto es difícil de romper con el actual paradigma. Que las rentas condicionadas no tengan suficiente presupuesto y se tenga que demostrar la situación de vulnerabilidad y pobreza, de forma reiterada, va creando una 'marca', una etiqueta, un gran estigma social sobre quien es pobre, vulnerable, fuera de la lógica del sistema.

La renta básica universal rompe esta dinámica y abre la posibilidad de cambios en la forma de abordar la pobreza, la exclusión y acabar con la estigmatización de diferentes colectivos. Cambiar el estigma por la esperanza y una nueva oportunidad da también una dimensión más humana a la forma de abordarlo.

Según la última encuesta de condiciones de vida el 25,9% de la población de Catalunya, una cuarta parte de la población, sufre carencias importantes en las condiciones mínimas: no se pueden satisfacer las necesidades materiales, una alimentación completa y saludable o la temperatura de la vivienda. Una sociedad con muchas desigualdades y condiciones de vida y trabajo cada vez más precarias.

Hace un año que la Generalitat creó la Oficina pel Plan Pilot per una Renda Bàsica Universal. Un plan ambicioso que pretende iniciar la prueba de cómo implementar una renta básica en Catalunya. Hay quien piensa que los experimentos en tiempos de crisis no aportan mucho; la pandemia ha demostrado que la mayoría de la población estamos sujetos a la convulsión del sistema económico y podemos precipitarnos a situaciones que nunca habíamos pensado.

Probar cómo implementar una renta básica universal es un paso adelante de gigante que nos ayuda a repensar y mejorar el diseño de nuestras políticas públicas, para todos.

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