Nuestro mundo es el mundo | Artículo de Joan Tapia

¿El final de la escapada?

La rebelión de Irene Montero por la ley del 'solo sí es sí' deja a Pedro Sánchez con pocas opciones si quiere conservar su autoridad

La ministra de Igualdad, Irene Montero.

La ministra de Igualdad, Irene Montero. / Ricardo Rubio - Europa Press

Joan Tapia

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En abril del 19 Pedro Sánchez ganó con claridad las elecciones: 123 escaños frente a 66 del PP, pero quedó lejos de la mayoría absoluta. Solo podía lograrla con Ciudadanos (entonces 59) o acercarse a ella con Podemos. Pero ni Sánchez ni Rivera lo intentaron (Rivera pensaba en superar al PP), y Pablo Iglesias exigió entrar en el Gobierno. Sánchez se negó y prefirió repetir elecciones, esperando atraer votos de C´s y Podemos. Y machacó en campaña que con Iglesias en el Gobierno no podría dormir tranquilo. Y los españoles tampoco. Tenía razón.

Pero la repetición de noviembre fue fatal para C´s (cayó de 59 a 10 escaños), el PP y Vox subieron y el PSOE se quedó con 120 diputados. Tres menos. De inmediato, Sánchez e Iglesias hicieron el teatro del abrazo y pactaron la vicepresidencia. Sánchez no quería, pero no tuvo otro remedio. Había rechazado al PP y un Casado débil (se ha visto cómo le echaron); tampoco quería. Ni podía. Y nació el primer Gobierno de coalición de la democracia

Pocos creían en su permanencia, pero tres años después y pese a muchas crisis (Iglesias dimitió a los quince meses para quedar penúltimo en las autonómicas de Madrid), el Gobierno ha aguantado. Y tiene hoja de servicios: cuatro presupuestos aprobados, superación de la terrible pandemia con los ertes y los créditos ICO, acuerdos con los sindicatos y la CEOE -incluida la reforma laboral-, aumento del PIB superior al 5% en 2021 y 2022 y lo último, aunque no lo menos relevante, la desinflamación del conflicto catalán. 

Pero la legislatura ha sido bronca. Primero, porque la democracia española exige algunos acuerdos entre los dos grandes partidos (Consejo del Poder Judicial), que no ha habido. Segundo, no ya por la negociación siempre sulfurada con los aliados externos, sino porque un Gobierno en el que -diferencias políticas aparte- coexisten un grupo con cultura de gobierno y otro encasquetado en la de protesta es difícil que transmita estabilidad. Y el verbal radicalismo de Podemos ha encolerizado a toda la derecha, no solo la política y mediática, sino también la sociológica y judicial. Consecuencia: máxima crispación.

Sánchez ha aguantado y aunque no dormía bien quería (¿aún hoy?) acabar la legislatura con Podemos. E Irene Montero y la cúpula de Podemos hicieron cuestión de principio de la ley de libertad sexual, presentada como emblemática, quizás bien intencionada, pero un bodrio jurídico. Y Sánchez, pese a las reservas de la vicepresidenta Carmen Calvo y de Juan Carlos Campo, ministro de Justicia, tragó. Le importó más no romper el Gobierno (y su continuidad) que la indispensable solvencia jurídica.

Claro, el presidente es resiliente y Dios dispone. Y la ley del 'solo sí es sí', en solo tres meses de vigencia, ha rebajado las penas de más de 400 delincuentes sexuales. Ante el estropicio, Irene Montero proclamó -el dogmatismo es ciego- que la culpa era de los jueces reaccionarios. Una sandez. Pero Sánchez ha contemporizado tres meses.

Al final, el escándalo y el coste en las encuestas ha sido tan fuerte que el PSOE -sin Podemos- ha presentado una proposición de ley para enmendar el desastre todo lo que se pueda.

Y ahora está pasando lo que un Gobierno nunca puede permitir, si quiere tener autoridad. Una ministra incompetente, Irene Montero, acusa al PSOE de “querer volver al Código Penal de La Manada”. El cese era inevitable, pero Sánchez siempre confía (no le ha ido mal) en su suerte y su resiliencia. Aunque tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe.

Ahora ya tiene más costes mantener la coalición (queda poca legislatura) que cesar a Irene Montero. Pero la cabra tira al monte y romper la coalición antes de las autonómicas y municipales tampoco es conveniente. Pero Sánchez debe hacer ya una crisis de Gobierno para relevar a Carolina Darías y Reyes Maroto, que son candidatas en las elecciones de mayo. ¿Hará la crisis y dejará a Montero, aunque persista en una rebeldía que pulveriza la credibilidad del presidente?

Todo es posible, pero todo tiene un coste. Y el de un Gobierno naufragando puede ser superior al de romper el pacto forzado por el resultado de las segundas elecciones de 2019. ¿Estamos al final de la escapada de Pedro Sánchez con Irene Montero y compañía? 

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