La campaña militar (87) | Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

Zelenski, de minigira europea

Más allá del simbolismo político, lo que ha impulsado a Zelenski es su convencimiento de que el tiempo apremia y de que sus propias capacidades no bastan frente a Rusia

Las mejores imágenes de Zelenski, en el Parlamento Europeo

Las mejores imágenes de Zelenski, en el Parlamento Europeo / EFE\EPA\JULIEN WARNAND

Jesús A. Núñez Villaverde

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Desde que declaró que “no necesito un taxi, necesito munición”, Volodímir Zelenski se ha mantenido aferrado a ese mismo guion, demandando al mundo las armas necesarias para hacer fracasar la invasión rusa. Por eso no cabe sorprenderse de sus palabras tanto en Londres como en París y en Bruselas en el marco de una minigira que, simbólicamente, ha buscado eliminar el mal sabor de boca que había dejado hace unas semanas, cuando eligió a Washington como primer destino de su salida al exterior.

Más allá del simbolismo político, lo que ha impulsado a Zelenski es su convencimiento de que el tiempo apremia y de que sus propias capacidades no bastan frente a Rusia. Por un lado, sabe sus fuerzas armadas no se bastan para expulsar a los invasores de todo su territorio y, por otro, siente que el tiempo apremia porque Moscú está ya finalizando los preparativos de una nueva ofensiva que probablemente tenga como objetivo central la toma de control de todo el Donbás. En definitiva, necesita -cuanto antes, mejor- dotarse de más y mejores medios de combate.

Lo que ha obtenido en su escala en Londres -el segundo suministrador de ayuda, tras Washington, en términos absolutos– es la renovación del compromiso de apoyo no solo para esta inminente ofensiva, sino para los próximos años. Si ya en 2022 unos 10.000 efectivos ucranianos fueron adiestrados por los británicos, ahora se habla de no menos de 20.000 durante el presente ejercicio. A eso se suma la confirmación de que hay pilotos ucranianos instruyéndose en el manejo de cazas británicos, sin especificar de qué modelos se trata, abriendo así el paso a que muy pronto otros países occidentales hagan lo mismo, poniendo en manos de Kiev un material que hace muy poco parecía prohibitivo (como antes ocurrió con los carros de combate). Una vez más, Londres, aparece como el encargado de abrir la puerta a otros, tomando decisiones muy delicadas que alimentan la posibilidad de que Moscú pueda escalar el conflicto hasta niveles insostenibles.

A pesar de que la cita parisina ha contado no solo con Emmanuel Macron, sino también con el canciller alemán, Olaf Scholz, no parece que en ella se hayan tomado acuerdos sustanciales en términos militares. De hecho -frente a un Reino Unido que ya se ha comprometido a entregar carros Challenger 2, al igual que EEUU, con sus Abrams 1, o la propia Alemania, con los Leopard 1-, no deja de sorprender que, una vez más, Francia, que discursivamente suele aparecer como un actor muy comprometido con la seguridad ucraniana, siga callada con respecto a la posible entrega de sus AMX-56 Leclerc, y mucho más aun cuando se habla de aviones.

Por lo que respecta a Bruselas, conviene evitar que las apariencias nos engañen. Tras la cumbre celebrada en Kiev el pasado día 3, con Von der Leyen y 15 comisarios, y ahora con su presencia en el Parlamento Europeo y en el Consejo Europeo podría parecer que la Unión está totalmente empeñada de satisfacer las demandas ucranianas, tanto en el plano militar como en el político. En el primer caso, tan solo cabe recodar que la entrega de armas y la instrucción de militares sigue siendo una cuestión básicamente nacional, aun reconociendo que los Veintisiete están empleando el Fondo Europeo de Apoyo a la Paz tanto para aportar armas como para adiestrar a sus soldados. Y las diferencias internas de la Unión hacen difícil imaginar que vaya mucho más allá. En el segundo, sigue estando claro que la integración en el club comunitario no está a la vuelta de la esquina.

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