Nuestro mundo es el mundo | Artículo de Joan Tapia

Feijóo: la gran ocasión

El presidente del PP apuesta por no depender de Vox y cree que la ley del ‘solo sí es sí’ le abre espacio en el centro

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. / Fernando Sánchez

Joan Tapia

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Desde abril de 2022 Núñez Feijóo es el candidato del PP. Fue recibido con entusiasmo en la derecha –harta de la inconsistencia de Pablo Casado– y con alivio por los que deseábamos una reducción de la gran crispación política. Sus expectativas subieron –y acentuaron el recelo de la izquierda– cuando el PP de Moreno Bonilla logró mayoría absoluta en las andaluzas de junio y dejó a Vox fuera de juego.

Pero la crispación siguió y Feijóo perdió muchos puntos cuando a finales de octubre –como ya antes hizo Casado con distintas excusas– se negó a cumplir el mandato constitucional de renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), que llevaba ya cuatro años caducado. La reforma del Código Penal de Sánchez, que va por mal camino, podía ser criticada, pero no justificaba el bloqueo institucional. ¿Lo hizo para mantener el control del CGPJ? Malo para quien siempre invoca la Constitución. ¿Había quedado atrapado por el derechismo recalcitrante del PP de Madrid y por columnistas y jueces salvadores de la patria?

Pero enero no le ha ido mal. Pasada la gran trifulca del Tribunal Constitucional, las encuestas (la última, la de ‘El País’ del lunes) le son favorables y hasta Félix Tezanos, el sanchista director del CIS, ha declarado que hay empate entre el PSOE y el PP. ¡Empate en campo contrario! Y más revelador, ha incorporado a su equipo a centristas como el vasco Borja Sémper, nuevo portavoz del PP, y por tanto con equiparable impacto mediático a Cuca Gamarra, y a Íñigo de la Serna, exministro de Rajoy.

Su propuesta de que gobierne la lista más votada será un brindis al sol, pero indica que quiere separarse de la extrema derecha. Y el fin de semana en València –donde descabalgar en las autonómicas a Ximo Puig sería tocar el cielo– logró reunir por primera vez en siete años a los dos expresidentes del Gobierno. Aznar ya no cree que Abascal sea “un buen chico lleno de ideas", y Rajoy ya no recuerda que Feijóo se lavó las manos en las primarias en las que Soraya fue humillada por Casado.

Ahora todo el PP coincide en que hay que ampliar espacio por los dos lados. Por la derecha, para que Vox baje mucho sus 52 escaños, y por el centro, a los electores que en 2019 rehuyeron al PP. Y las cosas no van mal. Desde Andalucía y la pelea con Macarena Olona, Vox ha perdido el norte. Anuncia una moción de censura y dilata presentarla para, hace pocos días y sin oficializarlo, inclinarse por presentar de candidato a Ramón Tamames, de 89 años y el economista estrella del PCE en la Transición. Si al final no hay moción, Abascal quedará como un insolvente. Y si Tamames va al Parlamento y es revolcado, Vox cosechará un nuevo fracaso. Muchos votos conservadores –o reaccionarios– no irán a un partido que se habrá confirmado como carta desorientada y perdedora. 

Feijóo necesita que Vox baje para no quedar atrapado en pactos electorales con la extrema derecha tras las municipales y autonómicas de mayo y antes de las generales. Y las encuestas son confusas. La de ‘El País’ dice que Vox baja pero poco, de 52 a 46 escaños. Mejor es la del CIS de Tezanos, que reduce su voto del 15% de 2019 al 10%.

Pero su gran ocasión es el agujero que se ha abierto en el centro. C´s camina, impasible el ademán, hacia la autodestrucción y el PSOE acarrea la famosa ley del ‘solo sí es sí’. A muchos centristas les irrita la reforma del Código Penal para beneficiar a ERC, vale, pero saben que Catalunya está tranquila. Feijóo exige bajar impuestos y alerta sobre la economía, vale, pero el PIB no se ha desplomado y el empleo de momento aguanta.

Lo inconcebible, e inadmisible, es que una ley estrella del feminismo haya llevado en tres meses a 400 rebajas de pena a condenados por delitos sexuales. Y la única razón es que la ley está mal hecha, pero no se ha podido rectificar por la “soberbia infantil” de Podemos. El presidente cesó por esa ley –a la que se oponían, con razón– a la vicepresidenta Carmen Calvo y al ministro de Justicia Juan Carlos Campo. Pero no puede hacerlo con Irene Montero y Podemos detrás. Y un presidente que se visualiza que no sanciona a los incompetentes manifiestos no es un buen candidato.

Ahora, la asignatura de Feijóo es no quedar en mayo prisionero de Abascal, como ahora Sánchez de Frankenstein.

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