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El desaire del PSOE a Podemos por 'la ley del sí es sí': ¿terremoto o postureo?

Pedro Sánchez durante la reunión mantenida este martes en el Congreso con diputados y senadores socialistas.

Pedro Sánchez durante la reunión mantenida este martes en el Congreso con diputados y senadores socialistas. / EFE

Albert Sáez

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Me llama un empresario bien informado para preguntarme si van a disolverse las Cortes. Desde el lunes, no se habla de otra cosa en Madrid cuando el PSOE decidió presentar unilateralmente en el Congreso su modificación de la llamada “ley del sí es sí”para evitar que algunos violadores sigan saliendo unos meses antes de la cárcel bajo la mirada atenta de cierta prensa. No hay que ser un lince para entender que este movimiento desaira a sus socios de coalición o de investidura y deja el futuro de esta norma en manos del PP,que nunca la hubiera aprobado y que ahora tiene la oportunidad de enmendarla votando a favor de la propuesta del PSOE o simplemente absteniéndose. Es evidente que esta situación beneficia al PP en casi todas las opciones, pero el problema no es contarlo, que es la obligación del periodismo independiente, sino que esa ley se haya gestionado tan mal por parte de la coalición. O, por el contrario, lo que aparenta ser una discusión sea un distanciamiento amistoso con fines electoralistas. Y aún podría haber una tercera derivada que sería quemar a cuatro manos a Irene Montero para sacarla de la ecuación del proyecto de Yolanda Díaz.

Durante muchos años, ciertos partidos políticos del espectro de la izquierda han reclamado el aplauso fácil de los periodistas apelando a una cierta solidaridad de clase. El compadreo ha sido en algunos casos impúdico y solo ha tenido el mismo efecto que el de algunas empresas informativas con otros partidos, en este caso más conservadores, y con algunos empresarios. La mayoría de esas empresas periodísticas son ahora zombies en manos de los bancos. Los editores experimentados saben que el único compadreo que tienen que fomentar en los periodistas es el que puedan tener con los lectores. Y, a veces, son los lectores los que se disgustan con los dirigentes de los partidos que consideran afines. Y el periodismo tiene la obligación de contarlo de principio a fin: desde el error inicial hasta la chapuza final. Lo contrario es demencial.

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