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Artículo de Josep Cuní Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Espinàs en la tele: entrevistar como si no pasara nada
En el programa de entrevistas que llevó a cabo en TV-3, Espinàs creaba un clima de cordialidad y respeto del cual emergía una conversación viva, sin más protagonismo que el del invitado

La muerte de un escritor invita a sus lectores a repasar su obra observando el estante de sus libros. Y entre los guardados, los huidos de su rincón y los publicados, hacer balance de sus vidas paralelas. Las que avanzaron simultáneamente entre la realidad propia y la inspiración ajena. Las que provocaron conexiones, respeto y agradecimiento mutuo.
En el caso de Josep Maria Espinàs son docenas los volúmenes acumulados. También los de su obra completa, que emula a la de Josep Pla incluso por estética editorial. No es extraño. En el perfil críticamente respetuoso que le dedicó en ‘Relacions particulars’ (2007), el hoy llorado se definía como: “un convençut, infatigable, colossal admirador seu”.
Entretodos
De los cinco esbozos de aquella publicación, solo uno se sentó con él en un plató de televisión para sincerarse sobre su identidad. Salvador Espriu tenía tan clara su condición de aburrido que recién iniciada la charla se resumió como un hombre sin biografía. Y advirtió del tedio severo en el que se sumirían los espectadores instantes después. No sucedió porque entre ellos fluyó la naturalidad que enriqueció sin interrupción una hora irrepetible.
Primeros tiempos de TV-3. A Josep Maria Espinàs le ofrecen un programa de entrevistas. Acepta con la condición de empezarlo tras las elecciones de mayo del 84. No quería limitaciones ni de los políticos con los que le instarían a charlar ni por el obligado dictado de la actualidad inmediata. Él solo pretendía dialogar alejándose de algo parecido a un interrogatorio, decía. Crear un clima de cordialidad y respeto a partir del cual emergiera una conversación viva sin más finalidad que el protagonismo del invitado. Para ello, Espinàs aplicaba la técnica de preguntas cortas, remarque de detalles relevantes, la presencia de algún objeto personal que definiera la personalidad y un importante truco técnico: que pareciera que él se enteraba de aquellas vivencias al mismo tiempo que el espectador. No era así, claro. El escritor sabía que la mejor improvisación es la que está preparada. Y se aplicaba a conciencia.
Nunca hubo charla previa con la treintena de personajes que desfilaron por el plató. Se trataba de buscar y mostrar autenticidad. La sencilla escenografía se encargaba de no distraer el valor de la palabra. Una mesa sin adornos ni papeles y dos sillas delante de un fondo neutro ayudaban a la proximidad entrevistador-invitado. El primero le presentaba y se dejaba llevar por las respuestas. Recuperaba el espíritu del mítico ‘A fondo’ de Soler Serrano a la manera Espinàs: destilando gran capacidad de observación e inmensa precisión de palabra. Más románica que barroca, más próxima que lejana, más seductora que distante. Resultado lógico en quien complementaba el don del verbo escrito con el oral. Lo demostró también en la radio.
La televisión pública cumplía, a su vez, con su deber de acercar a la audiencia la relevancia de existencias conocidas junto a vidas por conocer. Y uno llegaba a la conclusión de que toda apariencia es relativa y toda fantasía un simulacro. Que la base de la charla que facilita la convivencia es el ‘xup-xup’, descrito en una de las entregas por Paquita Reixach del restaurante Hispania. La cocción lenta, vigilada, de cualquier plato elaborado con ingredientes de primera calidad sin los cuales nada trasciende pero que necesitaba su tiempo más que su intervención. Todo lo contrario de las dinámicas de años después. Cuando la forma se impuso al fondo, la estética a la ética, la banalidad al rigor y la frivolidad a la espontaneidad. Elementos desequilibrados por la obsesión de los cinco minutos de gloria y su fugaz repercusión pueden más que la voluntad de saber y la capacidad de explicar. Y es así como se acaricia la popularidad pero no la fama, el aplauso pero no el prestigio, el impacto de un instante pero no la solidez de una vida. Como la de Josep Maria Espinàs. Uno de los últimos referentes que deja más huella que discípulos gracias a las palabras dichas como si no pasara nada.
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