Un sofá en el césped

¡Plam, plam, plam !

Minuto de silencio en memoria de Josep Maria Espinàs, autor del 'cant del Barça', fallecido hoy a la edad de 95 años.

Minuto de silencio en memoria de Josep Maria Espinàs, autor del 'cant del Barça', fallecido hoy a la edad de 95 años. / JORDI COTRINA

Josep Maria Fonalleras

Josep Maria Fonalleras

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El F.C. Barcelona perdió una oportunidad de oro, este domingo, para ejecutar una performance histórica. Ya sé que tuvieron poco tiempo para reaccionar, pero estas cosas se te ocurren en segundos y se llevan a la práctica sin pensar demasiado en las consecuencias. Habría sido un ejercicio precioso de justicia poética.

Poco antes de empezar el partido contra el Sevilla, se conoció el fallecimiento de Josep M. Espinàs. Casi nada. Un referente absoluto en la literatura y el periodismo que, además, por si fuera poco, creó el himno del club, aunque, en realidad, no es un himno, sino un «Cant», como él mismo recalcó: «Le llamo ‘cant’, porque himno suena a militar». Fue él, Espinàs, quien en colaboración con Jaume Picas y Manuel Valls Gorina, se inventó lo de «Tot el camp és un clam», con muchas «as», porque «con ‘us’ no funcionaría»; las ‘as’ le dan empaque y abertura de miras y más optimismo.

Lo confesaba Espinàs en una entrega del programa «No te la pots treure del cap», donde también defendía la inclusión de «tòrcer» (torcer), la única palabra rarilla de la canción: «Es bueno que un canto tenga rima y yo quería una palabra que rimara con «força» (fuerza).

El «Cant del Barça» se estrenó en 1974, bajo el mandato de Agustí Montal, y en conmemoración del 75 aniversario del club. Hubo 3.500 voces en el Camp Nou, procedentes de 85 corales y luego lo grabó la Coral Sant Jordi bajo la batuta de Oriol Martorell. El concepto con el que trabajaron Espinàs y compañía era que hubiera una idea en cada frase musical, que el público se viera impelido a actuar (con la archiconocida repetición de «Barça, Barça, Baaarça») y que, además, en los estertores del franquismo, pudiera leerse asimismo como una especie de manifiesto catalanista y, al mismo tiempo, cosmopolita.

 «No es solo deporte», dijo Espinàs, «se cantan también otras cosas». Para ilustrar este aspecto, el programa musical de TV3, propuso al actor Lluís Soler que pronunciará el «Cant del Barça» como si fuera un míting político en el balcón del Palau de la Generalitat. Y funciona, vaya si funciona. Puede que ahora, la masa de turistas que conoce la música y la letra no sea consciente del significado y del entorno histórico de la creación de Espinàs, pero sigue ahí, emocionando como el primer día. Y puede que muchos no sepan quién era Espinàs, pero «ahora el ‘Cant’ es popular, y lo es precisamente porque la gente no recuerda el nombre del autor» .

El Barça hizo bien en homenajear al autor, pero podían haberse ahorrado, por una vez, «El cant dels ocells» y podían haber ilustrado el minuto de silencio con el «Cant». ¿Se imaginan? Sin cantarlo. O cantándolo solo en el más íntimo rincón del corazoncito culé. O reproduciendo, con reverencia y en recuerdo de quien convirtió la columna huidiza y frágil en un arte imperecedero, esculpido en bronce, ese «picant de mans: plam, plam, plam» que imitaba a los aplausos en el folleto que se entregó a los espectadores el día 27 de noviembre de 1974. Ah, por cierto. Adiós al raquítico 1-0 y bienvenida a un renovado Raphinha y a Kessie reconvertido en fino estilista.

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