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Defender el Eixample

Aún más que la fluidez de sus vías, es la pluralidad de usos en toda su extensión lo que caracteriza la obra de Cerdà

Sepúlveda, la calle en disputa por las restricciones a bares y tiendas del Eixample

Sepúlveda, la calle en disputa por las restricciones a bares y tiendas del Eixample / ZOWY VOETEN

La accidentada aprobación del plan de usos del Eixample ha tenido una faceta teñida intensamente de color preelectoral. Un acuerdo pactado salvo discrepancias menores por los aún socios de Gobierno estuvo a punto de irse al traste por el descuelgue de uno de los componentes del Gobierno municipal. El proyecto ha sido salvado por los capotes lanzados por ERC y Junts, los partidos de la oposición que podrían acabar pactando con uno u otro partido de la terminal coalición de Gobierno, lo que ha arrastrado al reenganche de los socialistas. Todo esto en el transcurso de una semana y, por supuesto, a poco menos ya de cuatro meses de las próximas elecciones municipales. Un periodo en que la evidencia de un escenario demoscópicamente reñido y con potenciales pactos diversos e inciertos brindará seguramente más situaciones sorprendentes.

Pero los avatares de la aprobación del proyecto son solo una parte, llamativa pero menor, de una iniciativa que aparece como uno de los elementos centrales del debate electoral ya abierto. No solo coyuntural sino seriamente programático. Inseparable de la polémica sobre la ‘superilla’ del Eixample. O de forma más precisa, de la decisión de entreverar la trama central de la ciudad de ejes verdes. Una rectificación no siempre suficientemente admitida de la filosofía iniciada en Poblenou de crear las ‘superilles’ como bloques peatonales de tres por tres manzanas, separados por ejes de tránsito privado.

El lema de la defensa del modelo del Eixample frente a los planes del Gobierno de Ada Colau parece centrar esta reivindicación de la ordenación ideada por Ildefons Cerdà en su defensa como una trama de vías de circulación rodada y fluida y no peatonal. Debiendo ser sujeto a debate hasta qué punto es eficaz o no para mejorar la movilidad global y la polución el diseño de una malla con ejes verdes intercalados, el modelo del Eixample que defender tiene otra característica que quizá lo singularice aún más: una geometría regular acoge una mezcla de arquitecturas y usos comerciales y residenciales diversas, mezcladas y plurales, de Gràcia a Ciutat Vella y de Sants a Sant Martí. El plan de usos pretende mantener esa característica del distrito central de la ciudad. Y precisamente evitar uno de los potenciales problemas de la estrategia de los ejes verdes: convertirlos no en espacios de expansión y descanso para vecinos, visitantes y clientes, sino en imanes del monocultivo del ocio nocturno y el comercio 24 h., como sucedió en la calle de Enric Granados. Si los diseñadores de esta estrategia urbana han sido conscientes de uno de sus potenciales efectos negativos, aún deberían estar más de acuerdo los más críticos en la necesidad de este antídoto. 

Hasta ahora, el análisis de lo sucedido en el tejido comercial de las partes del Eixample sujetas a medidas precautorias (Girona y Sant Antoni) demuestran que hasta cierto punto se han podido controlar (más en lo comercial que en lo residencial) los riesgos de gentrificación de esta técnica de mejora localizada del paisaje urbano. Está bien, con todo, que el proyecto incluya revisiones y análisis periódicos para asegurarse que, ahora a mayor escala, también sea así. Hay margen en las modificaciones pactadas este viernes para despejar en los próximos años dudas aún en pie, como qué calles deberían tener un nivel de protección más intenso y el riesgo de desborde en las que queden fuera de este.