Limón & vinagre | Artículo de Matías Vallés

Miguel Bosé, el príncipe que salió rana

El negacionista español por excelencia ha sido rescatado con fondos públicos por RTVE

Miguel Bosé.

Miguel Bosé.

Matías Vallés

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Todo hombre que escribe sobre Miguel Bosé debe empezar por confesar su envidia. Y toda mujer, también. No es una cuestión de sexos y géneros, sino del imperio de la anatomía. Nadie ha tenido tantos cuerpos a su disposición, ahora que el cuerpo vuelve a ser pecado para consuelo del español medio. El cantante más deseado que deseable acierta excepcionalmente cuando se proclama «muy guapo». Pedro Sánchez solo aceptó el «guapo» ante Pablo Motos, la machista Ángela Rodríguez 'Pam' también destacó que se critica a Irene Montero porque es «guapa», bonita discriminación en el Ministerio de Igualdad.

La documentación científica de este artículo ha comenzado por la atenta visión y escucha de 'Si tú no vuelves', cantada y actuada por Bosé. Durante los 4.44 minutos, se ha consultado en más ocasiones el cronómetro restante que la interpretación, con la única disculpa de que el cantante parece más aburrido que el propio espectador. Cuidado sin embargo con incurrir en el vicio de anteponer la estirpe cantautora al amante bandido. La mujer decisiva en la vida de Joaquín Sabina, en cuanto que la residencia compartida le inspiró la inigualable '19 días y 500 noches', era una apasionada confesa de Bosé. El gusto da más sorpresas que la vida.

Bosé es más culto que su culto, lo cual explica su fascinación por la obra de Miquel Barceló. En la inauguración de una muestra del artista mallorquín, el cantante se retira las gafas para admirar una de las obras expuestas. Se le acerca un respetuoso periodista, que quiere aprovechar la atmósfera distendida para recabar una opinión sobre la exposición:

-Hola, Miguel, ¿cómo estás?

-Pues estoy mirando los cuadros, si dejas de molestarme.

Huidizo y confrontacional, a menudo criticado por su pasmosa facilidad para mostrarse desagradable. Sonríe menos que Greta Thunberg, luce las cicatrices de una familia de altas pasiones que ha replicado en una trayectoria sentimental que agotaría 10 páginas como esta. El cuerpo, siempre el cuerpo, apadrinado en su ropón bautismal por Visconti y pintado en gaviota por Picasso. ¿Quién sobreviviría indemne a una biografía así?

El hijo del francomarxista Luis Miguel Dominguín ha sido nuestro David Bowie, coreografiados ambos por el mágico mimo Lindsay Kemp. Fíjense en la manera irrepetible en que el inglés agarraba un micrófono, o en la sinuosidad expresiva de Bosé cuando despidió a su mentor y autor de 'Flowers' con un explícito «por enseñarme a volar, bello y único tú». Salvo que el Bowie latino envejece en Marlon Brando atormentado por su peso y agriado por las guerras contra la Hacienda, manifestado con la voz cavernosa de Darth Vader. El oro transmutado en piedra no muy filosofal.

El 'bohemian chic' curricular de Bosé estalla con la pandemia. El antiepidemiólogo se yergue contra la ortodoxia y contra el rebaño. Tres años después, cuesta imaginar de qué miedo surgió tanta furia de la masa crédula hacia los herejes de la jeringuilla. El príncipe de la música española salió rana, cuando negó la vacuna con la misma determinación que Djokovic. Hasta el serbio queríamos llegar, porque tanto el tenista como Bosé han sido rehabilitados con la misma ferocidad desplegada para exigir su cancelación, la muerte en vida.

El cuerpo también singular de Djokovic se ha redimido por méritos propios, en el mismo circo australiano donde fue encarcelado un año antes. El negacionista español por excelencia ha sido rescatado con fondos públicos por RTVE. Sí, la televisión oficial del Estado que había abominado de Bosé lo contrata ahora como jurado de 'Cover Night', otro original formato de un concurso de cantantes. El elegido brillará impecable en la estela lancinante de Risto Mejide, Piers Morgan o Simon Cowell.

Seamos comprensivos con la televisión estatal, porque todas las prevenciones sobre Bosé son baldías. Lo sabe muy bien el redactor jefe que encargó a dos intrépidas redactoras que lo entrevistaran, durante una gira por provincias. Ambas objetaron a conciencia, «ni locas, es una cuestión de 'principias'». Acataron finalmente, y volvieron cautivadas por el mito que despreciaban.

El regreso de Bosé a los altares catódicos, y peor sería que le endosaran un programa de cocina, no desmiente la escasa fiabilidad de sus datos. Le soltó a Jordi Évole que había compartido el nacimiento estelar de 1956, portada de 'Paris Match' incluida, con Carolina de Mónaco. Salvo que la princesa vino a este mundo al año siguiente, y a nueve holgados meses de distancia del español. La mente engaña más que el cuerpo, una enseñanza que se adquiere demasiado tarde.

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