La campaña militar (86) | Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

La guerra de Ucrania sigue matando

Ese insoportable coste humano no se está traduciendo en ganancias netas para ninguno de los dos bandos enfrentados y la situación militar se asemeja en buena medida a la guerra de trincheras que recordamos de la I Guerra Mundial

Un soldado ucraniano de artillería dispara un proyectil en Bajmut.

Un soldado ucraniano de artillería dispara un proyectil en Bajmut. / REUTERS/Clodagh Kilcoyne

Jesús A. Núñez Villaverde

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Enfrascados en interminables discusiones metafísicas sobre cuál es la mejor manera de lograr la paz en Ucrania o sobre el papel que pueden jugar los carros de combate en el campo de batalla se tiende a olvidar que, mientras tanto, la guerra continúa cobrándose cientos de vidas humanas cada día y destruyendo físicamente un país al que le va a costar un enorme esfuerzo salir adelante.

Y es que, sobre el terreno y a diario, se suceden los combates tanto en los 'oblast' de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón, como los bombardeos selectivos en las ciudades que Moscú pone bajo su punto de mira, buscando la desmoralización de la población y el colapso del Gobierno de Kiev. La dificultad de establecer un balance exacto de esa macabra contabilidad -se estima que, solo considerando a personal uniformado, los ucranianos acumulan ya unas pérdidas de unas 100.000 personas (o, lo que es lo mismo, unas 285 diarias), mientras que los rusos habrían llegado ya a las 180.000 (515 diarias)- no impide hacerse una idea sobre la carnicería humana que la invasión rusa ha producido cuando todavía no se ha cumplido un año.

Ese insoportable coste humano no se está traduciendo en ganancias netas para ninguno de los dos bandos enfrentados, dado que, desde hace meses, la situación en la línea del frente (de unos 1.000km de longitud) sigue estancada. Parecería que se ha llegado a un empantanamiento en el que apenas se producen avances o retrocesos muy limitados. Por una parte, las fuerzas invasoras llevan tiempo dedicándose a reforzar sus posiciones defensivas con idea de no ceder más terreno, mientras acumulan medios y terminan la instrucción del personal movilizado forzosamente desde el pasado octubre para lanzar una nueva ofensiva que les permita lograr sus objetivos de control total de Ucrania. Por la otra, las unidades ucranianas parecen exhaustas tras la ofensiva que les permitió recuperar buena parte del terreno perdido hasta abril del pasado año y están a la espera de recibir el material, equipo y armamento que les facilite, asimismo, el lanzamiento de una ofensiva que, idealmente, debería traducirse en la expulsión total de las tropas rusas. En resumen, la situación militar se asemeja en buena medida a la guerra de trincheras que recordamos de la I Guerra Mundial.

Eso no quiere decir, por supuesto, que no haya acciones armadas y choques frontales. Si hubiera que mencionar un solo caso, Bajmut podría servir como ejemplo. En torno a esa ciudad del Donetsk, todavía en manos ucranianas, asistimos a un brutal asalto ruso protagonizado tanto por los mercenarios del grupo Wagner como por las tropas regulares del ejército ruso. A pesar de los reiterados intentos realizados tan solo han logrado limitados avances en las localidades cercanas a dicha ciudad; todo ello, a un altísimo coste para un objetivo que militarmente carece de importancia para el desarrollo de las operaciones futuras.

En paralelo, Lugansk también registra fuertes combates, especialmente en la línea Svatove-Kreminna, en la que las fuerzas ucranianas tratan (hasta ahora sin éxito) de forzar la sólida defensa rusa. En sentido contrario, en Jersón son los rusos los que, sobre todo mediante bombardeos sistemáticos desde la orilla oriental del río Dniéper, intentan retomar la ciudad. Por último, en el frente de Zaporiyia no se aprecian acciones relevantes por parte de ninguno de los dos bandos.

En definitiva, una realidad violenta que no cabe olvidar en ningún caso. La guerra es, sobre todo, una tragedia humana.

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