Décima avenida

El 'caso Zona Franca' en TV-3: Demasiadas esvásticas

La conversación pública está plagada de referencias gratuitas al nazismo y al fascismo

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / Leonard Beard

Joan Cañete Bayle

Joan Cañete Bayle

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Cualquiera diría que ni en los años 30 del siglo pasado había tantos nazis, fachas, franquistas y fascistas como en esta época que nos ha tocado vivir. A juzgar por la calidad de la conversación/discusión pública, vivimos tiempos oscuros y aciagos. Hay nazis y fachas y fascistas por todos lados, en Catalunya, España, Europa y Estados Unidos; en los medios de comunicación y en las redes sociales; en la calle y la academia; en el machismo heteropatriarcal tóxico y en el feminismo plagado de feminazis; facha es quien se opone a la independencia de Catalunya y nazi es quien la desea; nazi es al mismo tiempo quien se postula a favor y en contra de la normalización lingüística en Catalunya, pasmosa ideología es la nacionalsocialista, que puede serlo todo, todo el tiempo y en todas partes sin que nadie se sonroje. La falacia 'reductio ad Hitlerum' y la ley de Godwin, que establece que a medida que una discusión se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno, son certezas de la conversación moderna tan inevitables como la ley de la gravedad. Para mayor condena, nazi, facha, fascista son el nuevo caca, culo, pedo y pis para según qué humoristas. 

La polémica por el despido del humorista Manel Vidal del programa de TV-3 'Zona Franca' y la posterior renuncia del presentador, Joel Díaz, por un gag en el que se reproducía un meme de una esvástica y se relacionaba con el PSC tiene más capas que una cebolla. Por ejemplo, los límites de la libertad de expresión: Juan Soto Ivars, defensor sin tomar prisioneros del uso de la libertad de expresión, ha argumentado en este diario que el uso de la esvástica en sentido figurado y como exageración paródica en un chiste no es de recibo que acabe con el despido del humorista. Es razonable afirmar que Vidal no llamaba nazi al PSC, y que «por medio de la hipérbole, el chiste significaba que la posición del PSC respecto de la independencia es extremadamente autoritaria y derechista, y usaba el dibujo de la esvástica como recurso gráfico de ese extremo». 

En un artículo en 'elDiario.es', Pere Rusiñol, coeditor de la revista 'Mongolia', cuya sátira es descarnada, aborda otra vertiente del caso: el papel de un medio de comunicación público, como es TV-3. Argumenta Rusiñol que el humor de 'Mongolia' no cabría en un medio público porque no es su lugar ni su comunidad. Que en TV-3 se considere transgresor y divertido el «¡Puta noche y buena España!» del 'Zona Franca' obedece a otras lógicas (políticas), pero no a la del humor y la libertad de expresión. Josep Maria Fonalleras también apunta a la responsabilidad de la CCMA en la emisión del chiste, y por la decisión de despedir a un tipo de humoristas que ya conocía cuando contrató. Sigfrid Gras, director de TV-3, ha declarado con acierto que los humoristas también sabían en qué televisión iban a trabajar. Es decir, una tele pública. 

Un cliché

A mí, lo que me aburre es el chiste de la polémica en sí, una forma perezosa, aburrida y cliché de intentar hacer humor político, guau, qué transgresor equiparar al PSC con los nazis en un programa de humor dirigido a cierta media Catalunya con un meme que, en términos de viralidad 'on line', es de anteayer. Lo que me cansa es el recurso permanente a la comparación con el nazismo y el fascismo no ya en los programas de humor, sino en los espacios informativos, donde formales y sesudos periodistas no tiran de hipérbole irónica, sino de literalidad cuando analizan la realidad política, social y jurídica en términos de actitudes y políticas nazis y fascistas. Lo que me preocupa es que cuando todo es fascismo y nazismo en realidad nada lo es, y que el auténtico neonazismo y neofascismo pasa desapercibido entre tanto ruido. Somos como el pastor: de tanto denunciar que viene el lobo fascista, al final no oiremos las botas golpeando los adoquines. 

Debo admitir que, además, la esvástica de Vidal me ofende, no por su vinculación al PSC, sino por el respeto que merece la memoria del horrror nazi. No por ofendido exijo ni justifico el despido de nadie. Pero en la ley de Godwin y en la 'reductio ad Hitlerum' se da un ejercicio de banalización preocupante. Los símbolos tienen peso, y no creo que un símbolo del horror de esta magnitud sea el mejor vehículo para la sátira política irreverente en una televisión pública. A una televisión pública hay que pedirle que aparezcan las esvásticas que la información sobre nuestra sociedad requiera, ni más ni menos, y con el tratamiento cauto y riguroso que este símbolo del horror demanda. 

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