Illa administra quina a Aragonès
En los republicanos habrá pesado la agradable sensación de permanecer en el gobierno y en los socialistas, el delicioso reencuentro con la centralidad política
Jordi Mercader
Periodista.
El acuerdo de ERC y PSC para aprobar los presupuestos de 2023 es un éxito de la transversalidad y la responsabilidad tan relevante como efímero, a juzgar por las declaraciones de los protagonistas del mismo. Pere Aragonès puede seguir en el Palau después de saborear la quina administrada por los socialistas para hacerle notar su minoría absoluta y Salvador Illa rompe el aislamiento que para el PSC querrían todos los independentistas, aunque para ello haya debido de aceptar el juego de los sinónimos para revivir las grandes infraestructuras exigidas. Es lo que tienen los pactos arriesgados, que incluso hay que acordar el margen de discrepancias en las reacciones posteriores para sacarlos adelante.
Ninguna sorpresa, salvo la tristeza de Jéssica Albiach en su comparecencia, seguramente muy consciente de que ahora mismo no firmaría lo que republicanos y socialistas han firmado para alegría de casi todo el país. El presupuesto más expansivo de la historia, según el presidente Aragonès, ha salido adelante porque ERC ha dejado para otro momento hacer la competencia a la CUP y los Comunes y porque el PSC, liberado del marcaje de Ciudadanos por incomparecencia de estos, ha asumido que la gobernabilidad de Catalunya en los próximos años pasará por el diálogo con los republicanos.
En los republicanos habrá pesado la agradable sensación de permanecer en el gobierno y también la fuerza de la aritmética parlamentaria. Y en los socialistas, el delicioso reencuentro con la centralidad política. A ninguno de los dos partidos se les escapa que el acuerdo ofrece a sus adversarios pólvora retórica. Junts profetiza alegremente un nuevo tripartito que les reserve a ellos el flanco independentista. El PP despliega con ahínco su relato apocalíptico del abrazo del PSC a los malvados independentistas para reclamar la bandera constitucionalista para ellos solos. Nada nuevo, salvo que Cataluya tiene presupuestos y que los pactos municipales ganarán en combinaciones, especialmente en Barcelona.
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