Limón & vinagre

Pompeyo González, el hombre que creyó oír el eco del Che

Aún es pronto para saber si este jubilado de 74 años trabajaba para los servicios secretos rusos o iba por libre como un nostálgico del comunismo con más enajenación que conocimiento

El presunto autor de los envíos de cartas bomba, escoltado por policías, ayer, en Miranda de Ebro

El presunto autor de los envíos de cartas bomba, escoltado por policías, ayer, en Miranda de Ebro / EFE/Santi Otero

Emma Riverola

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En 1949, la Unión Soviética probó la primera bomba atómica en las lejanas estepas de Kazajistán, a más de 3.500 kilómetros de distancia de Moscú y a 7.500 de Yudego, el pequeño pueblo burgalés donde aquel mismo año nació Pompeyo González Pascual. Cuando el crío cumplió cuatro años, Stalin murió. Siete años más tarde y también desde Moscú, Dolores Ibárruri, ‘La Pasionaria’, presentó su dimisión como secretaria general del PCE y Santiago Carrillo la substituyó.

González tenía 10 años cuando las calles de La Habana saludaron al grito de ¡viva Cubra libre! al tanque que ocupaban Fidel Castro, Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos. Dos años más tarde, después de la fallida invasión de bahía Cochinos orquestada por EEUU, Castro anunciaba que la cubana era una revolución socialista. En 1967, el Che, el icono fotografiado por Alberto Korda que engalanaba los dormitorios de adolescentes y jóvenes de medio mundo, era capturado y fusilado en la selva boliviana. Por entonces, González ya había abandonado su pueblo. Los vecinos que le conocieron aún recuerdan su afición por el boxeo, la bicicleta y el parapente. En Yudego seguirían su padre, cartero de profesión, y sus hermanos. 

González cumplió la mayoría de edad, entonces a los 21 años, en el centenario del nacimiento de Lenin. Cinco años más tarde, murió Franco. En esa década, el PCE fue legalizado, Santiago Carrillo y ‘La Pasionaria’ regresaron a España y ambos fueron diputados en el Congreso. El eurocomunismo tomó forma y se extendió por Europa. En 1984 murió su principal impulsor: el italiano Enrico Berlinguer. Cinco años más tarde cayó el muro de Berlín. En 1991, la URSS colapsaba y Cuba entraba en una profunda y permanente crisis económica. 

Mientras la utopía comunista se extinguía en el mundo, González trabajaba como enterrador. Primero en Miranda de Ebro (Burgos) y después en Vitoria. Así siguió hasta 2013, año en que pasó a ser ese jubilado solitario, tranquilo y formal que apenas cruzaba cuatro frases de cortesía con sus vecinos burgaleses. Algunos apuntan “un ligero retraso mental”. ¿Qué debe de pensar la inteligencia estadounidense al respecto?  

Desafiando a la historia, cierta idea del comunismo siguió viva en el hogar de González: póster de ‘La Pasionaria’, busto de Lenin, llavero con efigie del Che –“Hasta la victoria siempre”–, ejemplares del periódico cubano ‘Granma’ y páginas del desaparecido diario ‘La Gaceta del Norte’ dedicadas al golpe de Estado de 1936 y otros momentos históricos. Nada de ello llamaría en exceso la atención –hay nostálgicos de todos los colores– si no fuera por las numerosas pruebas que la policía ha encontrado en su casa y que señalan a González como el presunto autor de los paquetes bomba enviados a instituciones relacionadas con el apoyo militar occidental a Ucrania.  

Hasta seis cartas con material explosivo dirigidas a la Moncloa, a las embajadas de Ucrania y de Estados Unidos en Madrid, a una empresa armamentística de Zaragoza que fabricó los lanzagranadas enviados a Zelenski, al Centro de Satélites de la UE ubicado en la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid) y a la ministra de Defensa, Margarita Robles. Afortunadamente, solo una persona resultó herida leve. Todos los paquetes utilizaban el mismo tipo de sobre con idéntica caligrafía: la de una persona de edad avanzada. El pasado 24 de noviembre se interceptó la primera carta, dirigida a Pedro Sánchez. Tal día como ese, pero de hace 175 años, Karl Marx recibía una misiva de Friedrich Engels con algunas indicaciones sobre el borrador que ambos estaban redactando. Le sugeriría un nombre para el documento: 'Manifiesto Comunista'.  

De González se sabe que, habitualmente, se conectaba a webs prorrusas y a páginas relacionadas con armas, y que era muy activo en las redes. Por ahora, no parece que se ajuste al perfil que hace apenas unos días publicó ‘The New York Times’: funcionarios estadounidenses y europeos creían que oficiales de inteligencia rusos habrían alentado a asociados del Movimiento Imperial Ruso (grupo supremacista blanco) a llevar a cabo la campaña de dichas cartas. Aún es pronto para saber si este jubilado de 74 años trabajaba para los servicios secretos rusos o iba por libre como un nostálgico del comunismo con más enajenación que conocimiento. “Crear dos, tres… muchos Vietnam”, instruyó el Che Guevara en un “mensaje a los pueblos del mundo”. 56 años después, su eco distorsionado llegó hasta Miranda de Ebro.  

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