Artículo de Pilar Rahola

Sentencia del TJUE: Grupo objetivamente identificable

Por primera vez, el alto tribunal europeo ha certificado que se pueden denegar las euroórdenes por motivos de derechos fundamentales, y ha creado un precedente con los exiliados catalanes

310123 EUROORDEN PUIGDEMONT 16.9

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Pilar Rahola

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La frase es de Gonzalo Boye y explica la alegría que la sentencia del TJUE ha provocado en el ámbito independentista, especialmente en el exilio y su equipo jurídico: “Llarena tenía que ganar por 100, o perdía”. Es la primera conclusión clara a que se puede llegar: el juez planteaba, a raíz de la denegación belga de la euroorden de Lluís Puig, que un país de la UE no podía cuestionar la euroorden de otro país, porque funcionaba el principio de confianza mutua. Esta es la batalla que ha perdido porque, por primera vez, el alto tribunal europeo ha certificado que se pueden denegar las euroórdenes por motivos de derechos fundamentales, y ha creado un precedente con los exiliados catalanes. Esto no quiere decir que no haya hecho alguna enmienda a la sentencia belga, ni que no le haya dado la razón en algún punto, por ejemplo, le permite hacer más euroórdenes, siempre que sean “proporcionadas”, pero es una victoria pírrica porque, con las razones del TJUE, el exilio tiene todavía más argumentos para conseguir denegarlas. Con un añadido: las euroórdenes actuales entran en vía muerta. El exilio, pues, y con él todo el independentismo, acaba de conseguir un importante éxito que, sin duda, tendrá influencia en la sentencia sobre la inmunidad de los eurodiputados que tiene que emitir el TGUE, probablemente este mes de marzo. Esta será la sentencia definitiva, y la que podría marcar el retorno de los líderes exiliados.

Más allá de este primer éxito sobre los argumentos de Llarena, hay otros motivos que justifican la alegría independentista. La primera, doctrinal. El ponente de la sentencia, Lars Bay Larsen, forma parte de los juristas jóvenes con más prestigio (fue quien impuso la multa de un millón de euros diarios en Polonia) que creen que el modelo de confianza para aceptar automáticamente las euroórdenes tiene que evolucionar en el sentido de los derechos fundamentales de cada caso, y es esta evolución doctrinal la que ha ganado en la sentencia del TJUE. De hecho, la sentencia es un serio correctivo al informe favorable a España que hizo, en su momento, el abogado general del TJUE, Richard de la Tour. El precedente catalán, pues, acaba de crear jurisprudencia y a partir de ahora la denegación por derechos fundamentales queda asentada en el proceso de euroórdenes.

El segundo motivo de alegría es la incorporación de los informes del Grupo de Detención Arbitraria de la ONU en la deliberación de cada caso. Es cierto que no es vinculante, pero el TJUE recomienda que se tengan en cuenta, y no tenemos que olvidar que este informe, en el caso catalán, fue demoledor contra las acciones de la justicia española. Pero hay un tercer motivo que es todavía más importante porque da la razón al exilio, que siempre ha sostenido que la suya no era una lucha de derechos personales, sino colectivos: la aceptación, por parte del Tribunal, de la condición de los líderes exiliados, como miembros de un “grupo objetivamente identificable”, es decir, como representantes del pueblo catalán. Y este hecho, la pertenencia al GOI, también es motivo de denegación de la euroorden.

Para acabar de rematar el clavo, la bofetada del TJUE, en el punto cien de la sentencia, al Tribunal Supremo, el valor de la cual es incalculable. Dice la sentencia: “no puede considerarse (...) un tribunal supremo nacional que resuelva en primera y última instancia sobre un asunto penal sin disponer de una base legal expresa que le confiera competencia para enjuiciar a todos los encausados”. Simple y llanamente, el Supremo no podía encausar a los líderes del 'procés', como siempre había dicho el independentismo. Es decir, con esta sentencia, en el supuesto de que se produjera la posibilidad, el Supremo no podría juzgar al 'president' Puigdemont.

El exilio, pues, vuelve a demostrar dos cosas de enorme valía para el independentismo: una, que España hizo muy mal las cosas y vulneró derechos fundamentales; y la otra, que había margen para ganar al Estado en los tribunales europeos. Es decir, la lucha del exilio tenía todo el sentido. Como así ha ido ganando en Alemania, Bélgica, Escocia, Italia y ahora en Luxemburgo. Es posible que los medios españoles lo vendan de otro modo, porque España nunca acepta una derrota, eternamente instalada en el "sostenella y no enmendalla". Pero hacerse el insensible ya es cosa suya. La única realidad es que ha vuelto a perder.