Somos 'madonnas'
La menopausia no es una enfermedad; es una etapa sana de la vida. Claro que hay que conocer los cambios físicos que comporta y saber que, si es necesario, son tratables
Sílvia Cóppulo
Periodista y psicóloga.
Licenciada en Psicología y Doctora en Comunicación. Profesora de Comunicación en la Universitat de Barcelona
La reina del pop, Madonna, ambiciosa, innovadora y provocativa como siempre, a sus 64 años está de gira mundial, y no quedan entradas para bailar y cantar con ella. Reinventando su imagen y su atractivo sexual, constituye la prueba evidente, que las 'meno’s' (menopaúsicas) son lo más. Se ha hecho a sí misma, como tantas mujeres que se reafirman en su edad, sus cuerpos deseables y su capacidad física e intelectual. Me mira riendo una amiga: soy una cincuentañera y estoy buenorra.
Cuando en toda Europa se retrasa la edad de jubilación, en Gran Bretaña discuten una ley que haga ilegal marginar a las mujeres menopaúsicas. Se pasa de discriminarlas en su carrera profesional cuando están en edad fértil por miedo a que queden embarazadas, a irlas apartando a partir de los 45, por viejas suposiciones biológicas, como si no pudieran aprender cosas nuevas, o incluso liderar mejor. A los hombres se les empieza a marginar diez años más tarde, a los 55.
La menopausia no es una enfermedad; es una etapa sana de la vida. Claro que hay que conocer los cambios físicos que comporta la menopausia y saber que, si es necesario, son tratables. Y reconocer que cierto malestar psíquico a menudo arranca de la presión social. Bien está que se hable abiertamente de sofocos, hormonas, cremas, actividad física o de proyectos futuros, en la época vital en que mejores decisiones se toman. Recorrido un trecho, algo del vivir se ha aprendido, las urgencias se atemperan y llegan las maduras satisfacciones.
No me voy de esta columna sin decir que odio los anuncios de compresas para las pérdidas de orina, como si fueran totalmente inevitables. Es mentira. Ahí están los ejercicios de Kegel para fortalecer el suelo pélvico, de manera que no se escape ni gota, ni gota, y permitan movimientos a lo Waka-Waka, en la mejor etapa para disfrutar del sexo.
La industria quiere vender. Es lícito. Pero no hay que tolerar que muestren a las mujeres de mediana edad como seres que ya no sirven o ya no gustan. Hay que acabar con el estigma a golpes de cadera. Y sino, que se lo pregunten a la anciana Madonna.
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