La salud es lo que importa
Un grupo de psicólogos canadienses ha concluido que “el precio a pagar por seguir la política a diario, constantemente, es la salud mental”. Creo que es demasiado caro
Carles Francino
Periodista
Una ministra proclama a los cuatro vientos que el dueño de Mercadona es un capitalista despiadado. Un dirigente de la patronal valenciana le responde con la analogía de los nazis, que mataban judíos pero que no pudieron acabar con todos: “También quedará siempre algún empresario para seguir creando riqueza”. Lo dice en vísperas del Día de Recuerdo a las Víctimas del Holocausto; eso es tener puntería. El rector de la Complutense decide que premiar a la presidenta de Madrid en año electoral es una buena idea y una alumna, algo pasada de vueltas, la abronca en mitad del acto; al menos hay que reconocerle el coraje, pero me temo que la izquierda –sobre todo en la capital– sigue sin entender nada. El barro es el territorio donde Ayuso reina sin discusión; así que aprovecha el balón que le dejan botando para citar a Sabina y decir que Sánchez envía agentes para asustarla. Un portavoz de Podemos la llama “necia e ignorante” y ella responde que “Podemos es el cáncer de España”.
Vox toca zafarrancho contra los migrantes tras el ataque de un lobo solitario en Algeciras; nadie discute que se trata de violencia yihadista, nadie invoca una “violencia intrarreligiosa”; pero sigue siendo un misterio por qué la ultraderecha no aplica la misma lógica con los crímenes machistas. Bueno, en realidad no se trata de ningún misterio. España se une al club de países exportadores de tanques a Ucrania, pero las palabras de la titular de Defensa sobre su cochambroso estado y la advertencia de que “pueden ser peligrosos para las personas” casi provoca la resurrección de Gila: “¿Está el enemigo?”. Jueces y fiscales se conjuran para reivindicar a Montesquieu y demostrar que nadie les impedirá empurar, como ellos consideran que se merecen, a los responsables del ‘procés’. La misma justicia decide acusar a decenas de policías por los garrotazos que repartieron el 1-O. Despedida y cierre: un grupo de psicólogos canadienses ha concluido que “el precio a pagar por seguir la política a diario, constantemente, es la salud mental”. Creo que es demasiado caro.
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