UN SOFÁ EN EL CÉSPED

Frío polar, manta, modorra y Pedri

Pedri tras anotar

Pedri tras anotar / Pau BARRENA / AFP

Josep Maria Fonalleras

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Hay quienes defienden que la hipotética rivalidad entre el Girona y el Barça no es la de un derbi (porque no hay tradición histórica de disputas enconadas) y que, de hecho, no llega ni a rivalidad. Puede que tengan razón. Muchos de los que asistieron el sábado al encuentro de Montilivi fueron barcelonistas en su niñez y en su juventud, incluso en su edad adulta, y algunos incluso tuvieron antes el carnet del Barça que el del Girona.

Muchos viajaron con el barcelonismo por Europa y algunos (pocos, ciertamente, porque el Girona procuró evitar durante la semana la reventa de localidades) usaron su credencial rojiblanca para enfundarse la camiseta azulgrana más allá del área reservada a los visitantes. Pero la prueba del algodón tenía que llegar en cuanto el Barça marcara.

En los anteriores duelos (de 2017 y 2018), era fácil advertir que, en la gradería de aficionados gerundenses, se celebraba el gol casi como si fuera propio. El sábado esto ya no ocurrió. Después del error defensivo del Girona (el lastre que el equipo tiene que arrastrar cada semana), el Barça trenzó bien el robo tras pérdida y Pedri salvó los muebles.

Apenas hubo más oportunidades (si exceptuamos otro error, de Gazzaniga, esta vez salvado por el mismo portero), pero allí los culés decidieron el encuentro. Pues bien. Solo fue celebrado, el gol, en el rincón destinado a los azulgranas.

Bueno, también lo fue en un montículo cercano al campo desde dónde puede medio verse el partido sin pagar entrada. Allí, unos energúmenos de la peña Nostra Ensenya (que ya habían llegado a Montilivi entre salutaciones de extrema derecha), encendieron unas bengalas que no llegaron a impactar en el Gol Sur por puro milagro y gracias al viento helado que las frenó. Paréntesis: el Barça, con una peña que es oficial, alguna acción tendría que emprender. Cierro paréntesis y vuelvo a la celebración. 

Nadie más (bueno, unos pocos, diseminados en las gradas) se levantó de sus asientos. Tampoco, por supuesto, los del Jovent Gironí, el grupo de animación que vive el partido de pie y que puso de nuevo en pie a la afición para unos últimos minutos en los que el Barça acabó pidiendo la hora y en los que el Girona pudo empatar. No existe todavía el derbi como tal, pero este sábado se puso la primera piedra (si los de Michel consiguen mantenerse en Primera unos años) de lo que podría llegar a ser, más allá de la confraternización institucional. 

El Barça pasó por Montilivi como quien piensa en el confortable fuego del hogar mientras atraviesa una ventisca del Polo Norte. Sin exageraciones. El ambiente gélido se apoderó de los azulgranas (llegué a contar un mínimo de 6 jugadores con guantes) que pensaban más en la manta que en la lucha por los tres puntos. Pero llegó Pedri y puso algo de leña en el fuego. Eso pensaba Laporta al final, mientras esperaba el taxi para ir a ver el baloncesto (otro Girona-Barça): “Cuando Pedri ha querido hemos marcado. Pero solo estaba él, ¿eh?”. Para despertar de la modorra a los Otros (esta vez, con zamarra de la “senyera”) en su paso por la canción de Hielo y Fuego de Montilivi.  

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