Agua corriente

Las muertas de su vida

Un silencio de siglos

Descenso al sótano de la memoria

La avenida de los errantes

Esta semana, la escritora Emma Riverola lleva el cómputo negro que marca la vida de una joven

Trasladan el cuerpo de la niña de ocho años asesinada presuntamente por el novio de su madre, en su domicilio del Paseo Zorrilla de Valladolid

Trasladan el cuerpo de la niña de ocho años asesinada presuntamente por el novio de su madre, en su domicilio del Paseo Zorrilla de Valladolid / Photogenic/Lourdes Azaña

Emma Riverola

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El día que Sara nació, el 23 de enero de 2003, un hombre asesinó a una mujer en L’Hospitalet de Llobregat, era la séptima víctima mortal de la violencia machista de aquel año. Una vecina, alertada por los gritos, se asomó al patio y pudo ver cómo una mano rasgaba la cortina del piso contiguo. Llamó a la policía, pero no se pudo hacer nada para salvar a la mujer de 32 años. Sara no se enteró de nada, claro. Ella andaba enredada con la vida. Tratando de acostumbrarse a ese aire que invadía por primera vez sus pulmones, a la ropa que la envolvía y a una luz de lo más molesta.  

Durante su primer año de vida, Sara sumó cinco dientes de leche, aprendió a decir mamá y papá, se lanzó a gatear a velocidad supersónica y desarrolló una gran habilidad para despertar a sus padres a las seis de la mañana, en especial los fines de semana. Cuatro días antes de su primer cumpleaños, su abuela fue a comprarle el regalo: una caja de pinturas de dedos no tóxicas. El mismo día, una mujer de 82 años murió acuchillada en un asilo de Extremadura. La mató el hombre con el que se había casado cinco días antes.  

El primer día que Sara fue al colegio montó una escandalera. Se le olvidó a los cinco minutos, pero quiso dejar claro a su padre que no estaba conforme con el abandono. Ese mismo día, se descubrió el cadáver de una mujer de 35 años en Roquetas de Mar. Su marido la había cosido a puñaladas. Con ella, ya eran 250 las mujeres asesinadas por sus maridos o exparejas desde que Sara nació. A pesar de que la niña tenía una especial habilidad para formar dibujos uniendo puntos, le hubiera sido imposible trazar el mapa de esa España sangrienta. 

La camiseta que pintó el 28 de junio de 2008, en el casal de verano, se convirtió en una de las prendas fetiche de la infancia de Sara: una gran flor con cada pétalo de un color. El mismo día que la estampó, una mujer fue asesinada por su exmarido. Horas antes, ella le había denunciado por segunda vez: él no respetaba la orden de alejamiento.   

Marta del Castillo

Cuando Sara cumplió once años, le regalaron un caballete y un precioso estuche de pinturas. Su madre la regañó cuando descubrió que en la merienda había acabado con los restos del enorme pastel de chocolate. Por la noche, la niña vomitó dos veces. Aún se encontraba un poco pocha la mañana siguiente. Ese mismo día desapareció Marta del Castillo. Durante meses, Sara oyó su nombre en la televisión. Aún hoy sigue teniéndola presente, también ese rostro suspendido en el tiempo. Ya es más mayor que ella.   

Un año más tarde, en 2014, Sara fue seleccionada por su escuela para presentarse al  XXIII Concurso Patrimonio Nacional de Pintura Infantil y Juvenil. La inscripción se formalizó antes del 30 de marzo y la fecha límite de presentación era el 15 de mayo. Durante ese tiempo, la pequeña pintora hizo hasta diez esbozos y ninguno le convenció. No se llevó el premio. Pero más perdieron las siete mujeres que fueron asesinadas durante los 46 días de plazo. Al finalizar aquel año, el suma y sigue trágico paralelo a la vida de Sara ascendió a 888 mujeres asesinadas.  

El verano de 2018, vistas las deficientes calificaciones de Sara en inglés, sus padres decidieron quedarse sin vacaciones, retrasar el cambio de coche un año más y enviarla a un curso intensivo en Inglaterra. Ella encontró un taller centrado en pintura. Fue feliz, excepto aquella tarde en que dos hombres trataron de introducirla por la fuerza en un vehículo. Ella se resistió, unos chicos salieron de un bar cercano y la ayudaron. Los dos tipos se largaron entre risas. Una broma, le dijeron. Sara sufrió un ataque de ansiedad. Aquel mismo sábado 14 de julio, un hombre mató a su novia y a sus dos hijas de dos y cinco años en Santa Cruz de Tenerife.  

El lunes pasado, una mujer y su hija de ocho años fueron asesinadas en Valladolid. Sara cumplió 20 años el mismo día. Ahora anda preparando su primera exposición. A menudo le preguntan por qué su pintura aborda la violencia machista. Forma parte de mi vida, responde ella de forma escueta. Ya suma 1.366 razones para denunciarla.  

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