Artículo de Sergi Sol

Nadie sale al frente sin confesar ni comulgar

A propósito de la sandez proferida por quien puede ser presidente de España, merece la pena recordar el papel de la curia episcopal española en la guerra civil española

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo.

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. / Lola Pineda - Europa Press

Sergi Sol

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Alberto Núñez Feijóo no sabe. Ergo, le supera la ignorancia. O tal vez no tiene ningún interés en saber. O lo que sería peor, no le importa mentir. Dios no lo quiera como sí quiso, según el cardenal primado de Toledo, la guerra civil.

A propósito de la sandez proferida por quien puede ser presidente de España, merece la pena recordar el papel de la curia episcopal española en la más salvaje de las guerras que asoló la Península en el siglo XX. Claro que hubo excepciones en esa curia, como la del cardenal Vidal i Barraquer, que defendió la legalidad republicana pese a tener que huir de España para salvar la vida, ante la salvaje cacería de sotanas del verano del 36. Pero fue una excepción. No la única, pero desgraciadamente el cardenal de Tarragona era la lúcida voz de un sector claramente minoritario. Porque, en honor a la verdad, fue abrumadora la posición de los jerarcas de la Iglesia española bendiciendo el alzamiento franquista y proclamando que se trataba de una cruzada.

El cardenal primado de Toledo, Enric Gomà, también catalán como Vidal i Barraquer, simboliza ese compromiso de la Iglesia con Francisco Franco, el golpe de Estado y la guerra que se desató. Su lenguaje no podía ser más explícito sobre el carácter divino de la guerra. El 13 de agosto de 1936 mandó al Papa un primer ‘Informe acerca del levantamiento cívico-militar de España de julio de 1936’. El encabezamiento ya era toda una declaración de principios. Gomà llega a citar el caso de la carlista Navarra. “Todos consideran la actual contienda como una Guerra Santa. Nadie sale al frente sin confesar ni comulgar”. El cardenal Gomà advertía al Papa que, de no mediar Franco, “el triunfo de la República hubiera traído consigo la implantación del comunismo”. Y acto seguido declara su pasión por el que sería “Caudillo de España por la Gracia de Dios”, que es quien “tiene mejores antecedentes, el Generalísimo Franco, católico práctico de toda la vida”, y que va a ser “un colaborador de la obra de la Iglesia desde el alto sitio que ocupa”. El cardenal primado Gomà fue a más en su tenaz voluntad de forzar al Papa a tomar partido pidiéndole que no mediara para poner fin a la guerra. Los dos bandos querían exterminarse mutuamente, le decía el cardenal al Papa, y había que tomar partido por uno.

Luego, en sus pastorales, el cardenal Gomà bautizó repetidamente la sublevación franquista como Cruzada Nacional. Aunque en ese punto fue superado en vehemencia por el obispo de Salamanca, Plá y Deniel, cuando el 30 de septiembre de 1936 aseguraba: "Reviste, sí, la forma externa de una guerra civil, pero en realidad es una cruzada. Fue una sublevación, pero no para perturbar, sino para restablecer el orden [...] Ya no se ha tratado de una guerra civil, sino de una cruzada por la religión y por la patria y por la civilización" .

Pero hay hechos que revelan hasta que punto llegó el compromiso de la Iglesia con la guerra de Franco. El cardenal republicano Vidal i Barraquer promovió una colecta para recaudar fondos y ayudar a clérigos y gentes de derechas que lo estaban pasando mal. Una misma colecta, presuntamente para el mismo fin, promovió Gomà por toda Europa. Solo en Irlanda se recaudaron 44.000 libras esterlinas. Pues bien, el cardenal franquista no destinó ese dinero a paliar las necesidades de los perseguidos. Lo invirtió todo en material de guerra para dotar más y mejor al Ejército franquista.

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