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"Ya me dirás si compro acciones"

Que un periodista compre acciones de una compañía cotizada antes de publicar una noticia sobre ella que afecte a su valor en Bolsa ni es ético ni aceptable

Varios paneles del Ibex 35 en el Palacio de la Bolsa

Varios paneles del Ibex 35 en el Palacio de la Bolsa / Jesús Hellín - Europa Press

Martí Saballs Pons

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Robert Foster Winans ha pasado a la historia del periodismo financiero por haber sido sentenciado a 18 meses en prisión, luego rebajados a un año, por haberse beneficiado del uso de información privilegiada. De 1982 a 1984 fue el responsable de la columna 'Heard on the Street', la más leída de la biblia de la prensa económica americana, 'The Wall Street Journal'. Winnans fue acusado de 59 violaciones de la ley del mercado de valores tras ser descubierto por la autoridad financiera americana, la SEC, de haber ganado ilícitamente 35.000 dólares. Winans pasaba de forma recurrente información previa de empresas cotizadas a agentes de bolsa con los que estaba compinchado antes de publicarlas. Compraban a la espera de que el valor subiera para vender tras la publicación.

La investigación sobre el uso de la información privilegiada para obtener beneficio económico se ha estrechado a ambos lados del Atlántico. Los tentáculos del supervisor bursátil investigan constantemente movimientos accionariales que puedan realizar ejecutivos, miembros del consejo de administración o personas cercanas a la información financiera, incluyendo periodistas. La información delicada incluye tanto operaciones corporativas como el anuncio de resultados trimestrales de las empresas. Otro caso que deparó titulares, aún recordado, ocurrió en 1999. James McDermott, presidente por entonces del banco de inversión Keefe -casado y con dos hijos- pasaba información confidencial en que estaba involucrado el banco a su amante -conocida actriz de películas pornográficas- antes de que se hiciera pública para aprovecharse. Estuvo cinco meses en la cárcel. 

En el caso del periodismo, existe una amplia casuística. Por ejemplo, siempre hay que tener mucho cuidado sobre la manipulación que fuentes interesadas pueden ejercer en el redactor, cuya función debe ser siempre confirmar los rumores del mercado. Son los organismos reguladores quienes deben investigar qué (y quién) puede haber detrás de grandes oscilaciones de los valores.

«Si tienes alguna pista de alguna empresa que vaya a ir bien o de la que tengas información antes de publicarla, dímelo». Medio en broma, medio en serio, en varias ocasiones he tenido que oír este comentario a lo largo de mi carrera. A veces me ha sorprendido cómo a alguna persona le cuesta entender el abecé de esta profesión. Un periodista ni debe pasar información más allá de lo que deba saber su editor jefe -salvo aquella, y lo hará muy prudentemente, necesaria para confirmar una noticia potencial- ni debe usar esta información para que de ella se beneficie alguien de su entorno o él mismo. Comprar acciones de una compañía cotizada antes de publicar una noticia que puede afectar a sus movimientos en bolsa no es ético ni puede ser aceptado. Por mucho que después no se opere con estas acciones. Serán los legisladores quienes definirán donde la falta de ética, que responde al código interno de la profesión y del medio de comunicación, ya es una ilegalidad que debe ser castigada.  

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