Artículo de Albert Soler

Aquí no cabemos los dos, forastero

La lucha por ser el auténtico presidentmártir será enconada. Al principio van a guardar las formas, qué remedio, pero no tardarán en aflorar los celos

Leonard Beard

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Albert Soler

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El otro día me crucé por la calle con Presidentorra, me costó reconocerle, iba sin botijo ni gorro de orejeras ni poniendo muecas de orate, parecía una persona normal, ni siquiera llevaba lamparones en el abrigo. Caminaba erguido, lo que le permitía pasar casi por uno más de los 'sapiens sapiens' que a aquella hora vespertina paseaban por Girona, de ahí que tuviera que mirarlo un par de veces para cerciorarme de que era él. Así, a simple vista, sin darle tiempo a abrir la boca, no parecía peligroso, un castellanohablante se le acercaría a preguntarle la hora -¿se pregunta todavía la hora a los transeúntes?- o una dirección, sin temor alguno. Si Dalí se hacía el loco cuando le apetecía, bien puede ser que Presidentorra haya aprendido a hacerse el equilibrado de vez en cuando, simular eso se consigue con un poco de práctica.

Lo que va a ser más difícil de conseguir, cuando se produzca el cada vez más cercano regreso del Vivales, es la cohabitación en una ciudad tan pequeña de dos expresidentes con vocación de héroes. Este pueblo es demasiado pequeño para los dos, forastero, solo uno tiene cabida en este lado del río Onyar, vaquero. Dos gallos en el mismo corral, aunque su comportamiento haya sido siempre de gallina, no auguran nada bueno. Los pocos lacistas que quedan, que ya no saben si manifestarse o no, ni cuándo hacerlo, ni dónde, y mucho menos si a favor o en contra de lo que sea, encima van a tener que elegir entre ir al besamanos del Vivales o de Presidentorra en las fechas señaladas. Nadie dijo que ser lacista fuera fácil, pero eso es pasarse de complicado.

La lucha por ser el auténtico presidentmártir será enconada. Al principio van a guardar las formas, qué remedio, pero no tardarán en aflorar los celos, que también los héroes de pacotilla tienen su vergüenza, más bien poca, y no les gusta que otro les haga sombra. Presidentorra ejerce actualmente de virrey en Girona, se dedica a cobrar su sueldo de expresidente y a acudir a los actos que le aseguran son culturales, él qué va a saber lo que es un acto cultural, el caso es ir y dejarse ver, a poder ser sin llevar a cabo acciones más allá de sus capacidades, como beber en botijo. En vaso, siempre en vaso, y no muy ancho, no sea que derrame la naranjada y un asistente tenga que secarle la barbilla. Cuando TV-3 dedicó la canción de Paquita la del Barrio 'Rata de dos patas' a su némesis Vivales y a él ni siquiera 'Viejo rabo verde', de la misma cantante, Presidentorra entró en combustión, entendió que su monopolio como presidentmártir estaba amenazado.

El silencio será atronador cuando en alguna calle estrecha de la vieja Girona se encuentren por fin frente a frente los dos héroes, el que fue capaz de colgar una pancarta durante un par de días y el que proclamó una republiqueta de pocos segundos. Los peatones correrán a refugiarse en los portales, los vecinos atrancarán puertas y ventanas, los ciclistas seguirán sin detenerse en los semáforos y sobre ambos contendientes volarán en círculo las gaviotas, que en Girona no tenemos ni cuervos ni buitres. Va a ser difícil dilucidar quién de los dos es el feo y quién el malo, ambos van sobrados de cualidades. De lo que no hay duda es de que, si un día infringieron la ley cual forajidos del Lejano Oeste, fue por un puñado de euros.

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