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Escalada inevitable en Ucrania

Imagen de un tanque Leopard.

Imagen de un tanque Leopard. / EFE

Albert Garrido

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La decisión de Alemania de suministrar a Ucrania tanques Leopard 2 ha abierto un nuevo debate sobre las consecuencias del paso dado por los aliados occidentales, habida cuenta el compromiso colectivo de entregar este tipo de armamento a Volodimir Zelenski. ¿Supone una escalada en la guerra cumplidos los once meses del inicio de la invasión? ¿Es de prever una mayor contundencia en la respuesta de Rusia ahora, antes de que, la próxima primavera, los generales ucranianos dispongan de los tanques de fabricación alemana, los Leclerc franceses, los Challenger 2 británicos y, quizá en otoño, los Abrams estadounidenses? ¿Cabe invocar la vía diplomática para parar la guerra y, al mismo tiempo, denostar el rearme ucraniano decidido por los socios de la OTAN tras semanas de dudas?

Partiendo de la base de que la invasión rusa ha vulnerado el derecho internacional hasta la última coma y asiste a Ucrania el derecho legítimo a defenderse, la discusión sobre la pertinencia o no del envío de tanques a Ucrania tiene que ver más con la oportunidad y los efectos que puede tener que con un análisis en el terreno de la moral, de la legitimidad del paso dado. Porque si la guerra es siempre indeseable, cuando es fruto de una decisión que violenta las normas esenciales que se ha dado la comunidad internacional, como es el caso, entonces el país agredido, en una situación de inferioridad manifiesta, está en su derecho de pedir ayuda a terceros y de que estos se la procuren. Sería desde luego un pecado de ingenuidad pensar que las decisiones adoptadas por la OTAN se fundamentan solo en reflexiones de esa naturaleza -Estados Unidos persigue también desgastar a Rusia cuanto sea posible-, pero hay dosis notables de defensa del orden establecido en el comportamiento de Occidente, en general, y de Europa, en particular, desde que empezó la invasión.

El “mensaje político dirigido a Rusia” al que se refiere el periódico francés Le Monde en el titular de su editorial del viernes tiene bastante que ver con la obligación de salir al paso de la barbarie, de la estrategia de tierra quemada de los mercenarios de Wagner, con la devastación de un país que se desangra a causa de la deriva imperial del Kremlin. La decisión final de dotar de tanques Leopard 2 a Ucrania no es el cumplimiento de un imperativo categórico, sino que obedece a una razón de estricta equidad: igualar las fuerzas en el campo de batalla. “La escalada en la ayuda no es más que la consecuencia de la adoptada por el Kremlin sobre el terreno. Contrariamente a lo que este último aduce, no convierte en beligerantes a los aliados de Kiev, sino que estos últimos se mantienen en el lado correcto del derecho, ayudando a un país en situación de legítima defensa”, sostiene el editorialista de Le Monde.

Las hipótesis de trabajo que manejan los think tank para prever cuál puede ser el curso de la guerra a medio plazo coinciden en señalar la derrota inevitable de Ucrania si la ayuda dispensada por Occidente no tiene “la potencia que exige esa guerra” (la frase es de Le Monde). Coinciden asimismo en que la salida negociada a partir de un alto el fuego es imposible mientras Rusia se sienta depositaria de una superioridad incontestable y Ucrania, de una debilidad imposible de ocultar. Dentro de la lógica de combate hasta lograr la victoria, negociar ahora sería para Vladimir Putin un fracaso porque su objetivo es, de momento, lograr la rendición de Ucrania, mientras que para Volodimir Zelenski sería tanto como dar ventaja a Rusia y privaría a Ucrania de perseverar en su ofensiva en el Donbás.

En la argumentación de Olaf Scholz en el Bundestag, que presentó el envío de los Leopard 2 como una forma de evitar una intervención directa de la OTAN en la guerra para garantizar la supervivencia de Ucrania, alienta la idea de que ninguna negociación será posible hasta que Zelenski se sienta en una posición de fuerza. Los analistas Cédric Pietralunga y Philippe Ricard destacan que la movilización occidental desde los primeros días de la invasión se orienta a asistir a Ucrania y evitar la confrontación directa con Rusia. Pero en cada uno de los episodios de mejora cualitativa de la ayuda a la resistencia ucraniana ha surgido la gran duda: ¿lo que los occidentales interpretan como una implicación no directa en la guerra lo entienden también así Putin y sus generales?

Es esta una cuestión esencial cuando el cálculo de riesgos ha llevado la aguja del Reloj del Apocalipsis a 90 segundos de la media noche. Porque la propaganda de Vladimir Putin difunde la invasión de Ucrania como una guerra de civilización, esto es, una confrontación con una forma de vida, de articulación de la política -los requisitos de la democracia- que percibe como una amenaza para la cultura rusa, la primera y más influyente del orbe eslavo. De tal manera que, en la estela de la vieja tradición imperial rusa, presenta la crisis en curso como una acción de supervivencia con activistas de la causa en Bielorrusia, Serbia y Bulgaria entre otros lugares. De ahí también que en la Rusia de hoy no quepan ni la discrepancia ni la disidencia, sino que sigue en vigor una vieja idea de Maksim Gorki: “Los críticos son como los tábanos, que impiden a los caballos trabajar la tierra”.

El presidente de Rusia dispone de todos los instrumentos de poder para proceder según tenga por más conveniente. A diferencia de lo que sucede en los regímenes deliberativos, puede adoptar decisiones inmediatas sin mayores consultas -lo demuestran los bombardeos masivos del jueves, respuesta al envío de los Leopard 2-, aunque tal proceder entraña el riesgo inevitable de que, en caso de fracaso, se atribuyan a él todas las responsabilidades. De ahí que, por la misma razón, la opinión de Putin y su círculo más inmediato sea la única que importa cuando surgen los temores de que la escalada llegue a un punto de no retorno. Y que las reflexiones que veteranos de la política como el francés Pierre Lellouche sean voces dignas de ser escuchadas cuando reclaman que la Unión Europea se dirija hacia una salida negociada de la crisis mientras Zelenski pide ahora aviones de combate a quienes esta semana le han proporcionado tanques.

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