Las periodistas y el ciberacoso

Sara González es una de las firmas de referencia de la sección de política de EL PERIODICO. En esta condición conoce de cerca diversos episodios de ciberacoso en las redes a cargo de formaciones políticas y de dirigentes que han querido condicionar a las periodistas presionándolas con insultos, amenazas y todo tipo de infamias sobre su condición de mujeres y sobre sus vidas privadas. Este lunes, González fue la impulsora de un acto modélico en el Parlament de Catalunya en el que diversas asociaciones (Col·legi de Periodistes, Sindicat de Periodistes, Associació de Dones Periodistes, Grup Ramon Barnils) y profesionales (Cristina Puig, Gemma Herrero, Mònica Terribas, Ariadna Oltra y Laura Aznar) denunciaron esta forma de ataque a la libertad de información que en demasiadas ocasiones hemos normalizado y hemos respondido con la indiferencia y no con la denuncia.  

Varias conclusiones a anotar: hay legislación suficiente para que las denuncias ante la policía sean efectivas; dejar de mirar las redes puede ser una forma individual de supervivencia, pero no es la respuesta que hay que dar desde las empresas y las instituciones; el sesgo de género es muy acentuado en este caso, de manera que lo que ocurre a los hombres no es comparable; y la que me parece más relevante en boca de Ariadna Oltra: el ciberacoso, como el resto de violencias contra las mujeres, es una cuestión de protección de los derechos humanos y los derechos humanos no se debaten desde la confrontación ideológica, se defienden de manera transversal. 

Los políticos no son ajenos a ese machismo que de manera lenta pero inquebrantable vamos deconstruyendo en las sociedades avanzadas democráticamente. Quizás ha llegado el momento de poner nombres y apellidos a este tipo de prácticas que, como todas las formas de violencia contra las mujeres, no conoce de ideologías ni de generaciones. La valentía de Sara y de las compañeras que intervinieron en el acto del Parlament debería ser un acicate para que algunas formaciones políticas expulsaran de sus órganos de dirección a los ciberacosadores por acción y por omisión. Y algún caso de sobra conocido, sorprendentemente, son mujeres. 

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