Y Trias se dio el piro
El candidato de Junts tiene vida propia y Puigdemont traga porque, de lo contrario, el bofetón en Barcelona habría sido de escándalo
Sergi Sol
Periodista
El candidato virtual de Puigdemont tuvo un muy oportuno compromiso para rehuir el puigdemontismo en las calles de Barcelona el día de la cumbre hispano-francesa con la llamativa bronca de los puigdemontistas más aguerridos al líder republicano, Oriol Junqueras. Y se aplicó aquello de cuanto más lejos, mejor. Trias tiene vida propia. Y Puigdemont traga porque, de lo contrario, el bofetón en Barcelona hubiera sido de escándalo. En cambio, un buen resultado en Barcelona podría maquillar los pésimos augurios en el cinturón (que un día fue) rojo.
Ese es el mayor atractivo de Trias, su capacidad para atraer a sectores moderados y de aglutinar el rechazo al colauismo. Mucho mejor, en ese sentido, que Collboni, que ahora también se da el piro del Ayuntamiento de Barcelona para tomar distancias, con Colau en este caso. Es difícil aspirar a seducir al votante anti Colau siendo su mano derecha de facto. De ahí el desmarque y su repentina salida del gobierno de la capital tras 92 meses, si no atendemos a que Colau echó a Collboni del ayuntamiento en diciembre de 2017.
Como tenemos memoria de pez, pronto nos olvidamos que la alcaldesa Colau expulsó a todo el PSC “por su apoyo al 155”, para luego recoser el pacto en 2019 con la bendición de Manuel Valls, el candidato fallido de las élites de la ciudad.
Tiene una cierta guasa que el pacto confeso del puigdemontista Trias sea precisamente con Collboni, mientras en paralelo busca con ahínco la confrontación con Colau. Y viceversa. Los extremos se atraen.
En cambio, el pacto inviable es el de Collboni con Maragall. Además, tiene el republicano algo de patito feo, pues Colau lo dejó compuesto y sin novia. Con Collboni no se dan ni la mano. Y Trias solo piensa en meter el pico en su abrevadero. Lo tiene crudo, incluso ganando. Ya sabe cómo se las gastan sus rivales.
A los de Junqueras se las están dando con queso. Puigdemont impulsó el pacto con el PSC en la Diputación de Barcelona, que parece a prueba de bomba. Ni un solo desencuentro. Hubo un amago de consulta que Puigdemont mandó parar ante un atribulado Turull, al que maneja a su antojo.
La única consulta fue para romper con Aragonès un pacto de gobierno que nació contra la voluntad del mismísimo Puigdemont, que se la tiene jurada a Junqueras y compañía. Su artífice, Jordi Sánchez, que también tiene vida propia, tuvo que renunciar al año para evitar su decapitación. Y ese es un pacto que ambos querrían prorrogar, y que podría replicarse en el ayuntamiento de la Ciudad Condal. El problema es que Colau sigue viva y coleando. Paradójicamente, la candidatura de Trias le ha dado vida en la misma medida que debilita las aspiraciones de Ernest Maragall, quien, pese a todo, no va a dar su brazo a torcer tras darse el piro del Parlament hace unos días. Otro tema es si los presupuestos de Aragonès salen vivos del Parlament o se encallan tras la mano tendida de Illa, que ha mutado a un ‘todo o nada’. Tras la Diputación y el ayuntamiento, sería la tercera estocada de los socialistas a los republicanos con consecuencias impredecibles.
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