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Las reformas pendientes

O PSOE y Podemos desencallan su diferencial ideológico o la lógica electoral lo dificultará aún más

Escrivá se resigna a seguir negociando en enero la reforma de las pensiones

Escrivá se resigna a seguir negociando en enero la reforma de las pensiones

Las asignaturas pendientes de la agenda reformista de la coalición de gobierno entre PSOE y Unidas Podemos entran en una fase decisiva. O desencallan las leyes pendientes o, por el contrario, el año electoral –las elecciones locales de mayo y las generales de diciembre– dificultará aún más su tramitación. No deja de ser paradójico que el Gobierno de coalición y sus socios protagonizaran en diciembre una auténtica maratón parlamentaria para aprobar una reforma del Código Penal de alto riesgo político y, en cambio, sean las cuestiones ligadas a la agenda cotidiana las que siguen estancadas.

En este contexto, el factor de fondo que frena las reformas pendientes es el diferencial ideológico entre PSOE y Unidas Podemos. Este es el caso, por ejemplo, de la actualización del salario mínimo para el 2023, pero sobre todo de la reforma de las pensiones, de la ley estatal de vivienda y de la ley de seguridad ciudadana –la conocida como ley mordaza. Tanto el dosier de las pensiones como el de la vivienda responden a problemas acuciantes y además forman parte del calendario de reformas comprometido con Bruselas para la recepción de los fondos de recuperación. Son una urgencia legislativa para evitar un conflicto con la UE.

Los dos socios de gobierno, con los sindicatos y los aliados parlamentarios como observadores, llevan más de un año de debate interno sobre la reforma de las pensiones, con una cuestión sobre la mesa que puede hacer tambalear toda la negociación: la ampliación del periodo de cómputo para el cálculo de la pensión, de la que hace bandera el ministro Escrivá y que rechaza frontalmente Unidas Podemos. Se trata de un escollo que hay que superar cuanto antes para evitar un escenario catastrófico: que la Comisión Europea pudiera decidir en abril que frena la nueva partida de fondos.

La agenda comprometida con la UE, en el plano interior, colisiona con los cálculos electorales de los dos socios de Gobierno. Este es también el caso de la tramitación de la ley estatal de vivienda, que estaba programada para el tercer trimestre de 2022 y que ha provocado roces continuos entre PSOE y Unidas Podemos durante toda la legislatura. Ahora, con la campaña de las elecciones municipales en el horizonte, los factores de tensión pueden incrementarse. El debate se centra en tres cuestiones: los topes del alquiler, la gestión del parque de viviendas de la Sareb –el llamado banco malo– y la regulación de los desahucios de las familias vulnerables.

Hay otro factor colateral, además, que preocupa a muchos alcaldes socialistas: la línea a seguir ante la ocupación de pisos. Exigen una política de tolerancia cero en contraposición con la posición más laxa de Unidas Podemos. Los partidarios del endurecimiento en esta materia argumentan que es el caldo de cultivo del voto de la extrema derecha. También la reforma de la ley mordaza reproduce un escenario similar en temas que dividen no sólo a la coalición de gobierno sino también a sus socios: el uso de las pelotas de goma, las faltas de respeto a los agentes y la desobediencia. Son algunas de las asignaturas pendientes de una coalición de gobierno que ha logrado pactar los Presupuestos del 2023 y la polémica reforma del Código Penal, pero que tropieza con su propia agenda reformista. O desencallan estas leyes ahora o la lógica electoral irá levantando nuevos obstáculos.