Caderas protagonistas
Lo que más me sorprende del 'denbow' no es la invocación de la sexualidad, sino que provenga de una generación educada en contra de los estereotipos machistas que se reproducen en estos bailes
Josep Maria Fonalleras
Escritor
Nos debatimos entre la observación asombrada de un baile provocativo, el rechazo a un tipo de relación pública que parece echar por tierra (letras incluidas) el respeto hacia la mujer, el empoderamiento que las chicas dicen que experimentan cuando lo practican y el histórico rechazo social a las danzas que son un espejo más o menos explícito del acto sexual. Reconozco que me pierdo con tanta nomenclatura y que me cuesta distinguir entre el 'perreo', el 'twerking' o este de ahora, el baile del choque del 'denbow', porque me quedé anclado en un reguetón que, al parecer, ya es algo antiguo. Todo lo veo igual, es decir, "movimientos de cadera sensuales con las piernas flexionadas", que es como lo dibuja el Termcat. Y añade: "Baile sexualmente provocador de origen latino". Cualquier rasgadura de las vestiduras morales, pasada por el diccionario, se convierte en arqueología en el momento en que se define. Lo que más me sorprende no es la invocación de la sexualidad, sino el hecho de que provenga de una generación que ha sido educada en contra de los estereotipos machistas que se reproducen en estos bailes. Sorprende cuando son las mismas chicas las que afirman que lo hacen sin más connotación y sin la conciencia discriminatoria que muchos vemos.
Por lo demás, nada nuevo bajo el sol. Pienso en el tango, por ejemplo. Cuando nació, como escribe Xavier Febrés, que es una de las personas que conozco que sabe más cosas de él, “aventuraba un modo de enlace de la pareja muy diferente a los otros bailes imperantes como el vals, la polca y la mazurca; rompió por primera vez la asociación del enlace de la pareja con una distancia socialmente aceptable”. Para entendernos: se abandonaron los movimientos grupales y coreográficos y se dinamitaron los límites que imponían los brazos estirados y tensos. "Las caderas", como dice Febrés, "pasaron a ser protagonistas". No sé si recuerdan la escena magnífica de 'El último tango en París' en un club decadente y bellamente iluminado (¡Storaro!) en el que unas parejas rígidamente cadavéricas participan en un concurso de baile con música del Gato Barbieri. El tango ha dejado de ser una provocación y se convierte en un ritual de pasos cronometrados. Vete a saber si el 'perreo', el 'twerking' o el 'denbow' no serán lo mismo en unos años.
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