Apunte

Apuestas por un presupuesto

De tener que asumir el presupuesto anterior, los nuevos proyectos se ralentizarían o se detendrían y, entonces, se entraría en una rutina difícil de explicar

El 'president' Pere Aragonès y el líder del PSC, Salvador Illa, en el Parlament

El 'president' Pere Aragonès y el líder del PSC, Salvador Illa, en el Parlament / ALEJANDRO GARCÍA / EFE

Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

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A estas alturas escribir de presupuestos es como apostar al rojo o al negro. O todo o nada. Imposible jugar la cuantía entre los dos colores. O hay cuentas para el 2023 o no.

Todos persiguen que su aprobación o su rechazo reporte beneficios electorales de imagen. O, al menos, que no erosione la composición fotográfica que tiene el electorado ahora mismo. Pero todas las opciones acaban en error si de lo que se trata es de mostrar una imagen que no se equipare a la realidad.

Este artículo tiene hora de caducidad. Sin embargo, el porqué de la cuestión puede perseguir a los protagonistas hasta las próximas elecciones municipales. Todo son argumentos para añadir en la crítica política.

Cualquier presupuesto de un gobierno, sea municipal, autonómico o estatal, no es solo una cifra redonda para presentar en una rueda de prensa. Significa un caudal de dinero que poco a poco se disemina por las diferentes acciones y que conducen a la construcción de una carretera, un nuevo hospital o unas becas universitarias.

De tener que asumir el presupuesto anterior, los nuevos proyectos se ralentizarían o se detendrían y, entonces, se entraría en una rutina difícil de explicar, y más en un año donde la partida de inversiones alcanzaría la cifra de 2.794 millones de euros más 1.185 en fondos Next Generation. Una pasta, vaya. La primera vez en la historia que superaría los 40.000 millones de euros.

Si esto fuera una apuesta, jugaría al rojo, que significaría que el PSC se olvida de la supuesta prioridad de la B-40 y opta por aprobarlos. Por un lado, ya ha demostrado que la decisión se ha tomado en la calle Pallars, sede del PSC, y no en Moncloa, y por otro, puede comenzar a vender los diferentes proyectos que saldrán adelante en el territorio gracias a la apuesta. Todo, por supuesto, por una cuestión de responsabilidad, dirían, o dirán.

Y es así. De qué sirve detener el éxito del Govern de la historia de la Generalitat más débil, si al final nadie recordara que ERC solo tiene 33 diputados. Política de generosidad. Y si me equivoco… los tiempos, que son muy tontos.

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